¿Cuánto han influido los bugs en los videojuegos? ¿Tanto como sugiere el título de esta entrada? Gonzalo Sánchez piensa que sí.
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Dead Rising 4. Un juego divertido que si hubiera tenido un cooperativo a cuatro en la campaña y menos bugs sería mucho mejor. Uno de esos bugs del penúltimo título de Capcom me ha hecho pensar. Veréis, yo soy un rolero de corazón. Cuando me ponen un mundo abierto lo último que hago es la misión principal. Me gusta recorrerlo todo, hacer todas las misiones secundarias y subir el nivel del personaje todo lo pueda hasta que no me quede más remedio que avanzar en la trama.
Evidentemente Dead Rising 4 no es The Witcher 3 ni Dragon Age: Inquisition, pero permite a una menor escala hacer eso. Así que siendo coherente con mi pensamiento gamer, lo primero que hacía al iniciar un caso es ir al refugio de la nueva zona del mapa y liberarlo. ¡Cuál fue mi sorpresa al comprobar un buen día que todo se había fastidiado! Me explico: si juegas al multijugador de Dead Rising 4 los refugios se medio rompen.
Digo «medio» porque en el mapa siguen en color verde, que indica que los has liberado, pero al llegar no hay ni rastro de los vendedores, si salvas a supervivientes no llegarán allí, por lo que ni conseguirás logros ni aumentar el nivel del refugio para comprar las ubicaciones de los coleccionables. No quiero extenderme más en este bug porque lo que me interesa tratar aquí es otro tema.
Yo no me he sentido un jugador al jugar a Dead Rising 4, me he sentido un beta tester, pero uno un poco tonto porque he pagado para darle a Capcom feedback de lo que no va bien en su título. En otras palabras, he pagado 60 euros para hacer el trabajo de la empresa que desarrolla el título. Al pensarlo detenidamente he llegado a enfadarme porque no sucede exclusivamente en este juego, ni siquiera solo en los de Capcom, sucede en todas las grandes producciones.
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Mi enfado no se circunscribe solo a esta parte del problema. Hay más. Las empresas no destinan recursos a descubrir los bugs que empeoran la experiencia de los gamers una vez el título está a la venta, ¡esperan a que éstos se los digan para comenzar a trabajar para solucionarlos! Pero lo que más me duele es que revisten esta injusticia -la cual tiene un reconocible fondo de soberbia de quién sabe que tiene la sartén por el mando- como algo positivo. Hacen ver que son una buena empresa porque escuchan las quejas de los usuarios y las solucionan. La cuestión es que son quejas que se producen porque entregan un trabajo sin terminar. Con fallos.
Antes esto no pasaba por una sencilla razón, las consolas no tenían conexión a Internet y los desarrolladores no podían terminar su trabajo meses después de que el juego se pusiera a la venta. Ahora, con la mayoría de los jugadores conectados, es posible una conversación de datos entre el título y sus padres en todo momento, lo que ha provocado que los videojuegos salgan sin terminar para que los accionistas vean beneficios cuanto antes, aunque eso suponga que los consumidores reciben un título en malas condiciones. Saben que esta industria la mueve en gran parte los sentimientos, por lo que no es tan fácil hacer un boikot a un título cuando se trata de un fan de la saga que se identifica con los personajes, se divierte con la jugabilidad y quiere saber cómo continúa la historia. Al final acaba pesando más el rancio y mediocre «es lo que hay», en el que por supuesto y por desgracia me incluyo.
Que las consolas estén conectadas a internet es algo maravilloso que ha expandido hasta el infinito los límites de la diversión en ellas. Cooperativos a cuatro como el de Dying Light, multijugadores competitivos como los de Gears of War 4 y Battlefield 1 lo justifican. Pero lo que no podemos permitir es que las desarrolladoras lo usen para vaguear de lo lindo y bajen tanto la calidad de los productos que entregan, esperando que seamos nosotros los que hagamos el trabajo más sucio. Yo cuando me gasto el dinero en un videojuego el día de su puesta la venta, lo que quiero es disfrutar con él, no sufrir bugs e informar de ello al estudio desarrollador.
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