The Swindle llega a Xbox One en forma de curioso y complicado plataformas.
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Londres, año 1849. Scotland Yard prepara su nueva tecnología de vigilancia, el Basilisco del Demonio. Tú eres un maestro ladrón que tiene los días contados si ese innovador artefacto llega a ver la luz, así que el objetivo es claro: tienes que robar ese artefacto del demonio antes de que tu forma de vida caiga en picado. Tienes 100 días para conseguirlo.
Bajo esta premisa arranca The Swindle, una aventura de sigilo en 2D ambientada en una Londres steampunk hiper-vigilada que amenaza con serlo todavía más. El objetivo es sencillo: realizar varios golpes usando nuestras habilidades como ladrones y hackers para acumular botines con los que conseguir nuevas herramientas y habilidades que nos permitan robos de mayor categoría… y así hasta llegar a hacernos con el Basilisco del Demonio. Una idea simple… pero de ejecución ciertamente complicada.
El estudio independiente británico Size Five Games es el responsable de esta divertida y adictiva aventura con ciertos aires a Spelunky y con un sistema de juego que desesperará a más de uno pero que, sin embargo, engancha desde el primer momento.
Que nadie se engañe por la estética de The Swindle, que en un primer momento podría parecer un juego de plataformas sin grandes complicaciones: en realidad se trata de un juego difícil donde la habilidad, la precisión y, en cierto modo, también la estrategia, son elementos indispensables para llegar a amasar cierta fortuna. Tendremos que estar siempre alerta y demostrar que somos expertos en el arte del sigilo y el pirateo para salir de los barrios bajos de Londres y llegar a nuestro objetivo final. Y también tendremos que demostrar que somos capaces de huir de cada golpe cuando se descubra el pastel… sin dejarnos la vida en ello.
Apartado Técnico
Nada más empezar, vemos una pantalla de inicio con un curioso skyline londinense dándonos la bienvenida. Las inconfundibles siluetas del Big Ben o el London Eye se alzan sobre un cielo anaranjado por el que sobrevuela un curioso zepelín, nuestro centro de operaciones.
Ya dentro de la partida, nos encontramos con escenarios vistosos y una estética cómic en 2D que recrea una Londres steampunk de lo más lograda. El diseño de la ciudad y la variedad de escenarios (cada uno con su propia gama de colores) son acordes a los de los simpáticos personajes en forma de robots-policía que, pese a su gracioso aspecto, son de lo más letales. Es destacable la gran variedad de personajes que van apareciendo de forma paulatina a medida que avanzamos en cada nivel, todos ellos con el mismo inofensivo y engañoso aspecto.
En cuanto a los protagonistas, están diseñados también con mimo y puedes llegar a cogerles cariño si realizas varios golpes satisfactorios con alguno de ellos. Y es que cada vez que morimos aparece un nuevo ladrón, por lo que a lo largo de la misma misión podemos manejar a jóvenes ladronzuelos, a “dulces” muchachas de armas tomar o a curtidos profesionales de espeso mostacho y ceño fruncido. Las acciones de estos intrépidos ladrones se ven acompañadas por zooms que marcan el foco de los momentos importantes y de un skyline que en ciertas ocasiones pierde el color hasta llegar a una escala de grises que potencia todavía más la acción de nuestro “héroe”.
La banda sonora de Tobey Evans varía en cada escenario y cambia de ritmo según la situación, volviéndose más intensa y estresante cuando llega el momento crítico de la huida. Si te quedas mucho tiempo atascado en un mismo escenario (o si te toca recomenzar una y otra vez), puede llegar a resultar algo repetitiva, pero también te puedes sorprender a ti mismo tarareando una melodía que te mete de lleno en la tensión del robo y en la adrenalina del escape. De lo que no cabe duda es de que juega muy bien con la temática de The Swindle y que encaja perfectamente con cada acción del mismo.
No solo la música hace ganar puntos al juego, también lo hacen los sonidos ambiente. Mientras intentamos alcanzar nuestro botín, escucharemos el crujir de la madera bajo nuestros pies en los barrios pobres, el sonido de las gotas de lluvia cayendo en los tejados y, atención, la campana del Big Ben dándonos la hora real de nuestra consola. No deja de ser curioso y, a la vez, frustrante, seguir batallando en el segundo nivel y haber escuchado ya dos veces el sonido del implacable reloj. En The Swindle podremos perder muchas cosas, pero desde luego nunca la noción del tiempo.
Jugabilidad
Tras un primer vistazo a nuestro zepelín-base, nos adentramos en los barrios bajos de Londres para empezar a acumular libras… pero, como nos dice el propio juego antes de empezar, “nadie se hace rico robando a los pobres”. En este nivel, nuestro ladrón dispone únicamente de un bate y de su habilidad para hacerse con los fajos de billetes que hay por el suelo sin ser descubierto por los guardias que los custodian.
En un primer momento puede parecer que estamos ante un juego sencillo, de mecánica repetitiva y de esos que pierden fuelle al rato. Pero caemos de bruces con la realidad cuando vemos como nuestro ladrón muere y pierde todo su botín solo por ser rozado por un guardia. O por dar un mal paso y caerse. O por intentar saltar desde un tejado sin agarrarnos a la pared para deslizarnos poco a poco. Y esa es la cuestión y uno de los ingredientes de la adicción que crece de vida en vida: es muy fácil morir. MUCHO. Desesperantemente fácil.
Cada vez que morimos, consumimos uno de los 100 días límite que tenemos para robar el Basilisco del Demonio. Y si morimos, morimos de verdad, con lo que aparece un nuevo ladrón en cada ocasión. Cuando nos vemos con 60 míseras libras en el banco y hemos visto desfilar ya a 3 o 4 ladrones diferentes, es cuando nos arremangamos y aceptamos que el reto va a ser más difícil de lo que parecía. En cada fase nos lo jugamos todo a una carta: un solo toque es muerte y botín a 0. Y se acabó. Sin medias tintas, sin piedad. La cosa se complica con el sistema aleatorio de fases en que se basa el juego: nunca tendremos una igual a otra. No sirve de nada perder una vida y descubrir, a posteriori, por dónde sería mejor ir o qué artefacto sería mejor usar, porque cada oportunidad es única e irrepetible.
Para poder seguir avanzando, lo importante es saber retirarse a tiempo. Cuando ya tenemos un botín aceptable, es mejor volver a la nave para guardar el dinero en el banco, ir acumulando dinero y poder así comprar habilidades y herramientas con las que poder superar niveles más complicados: podemos realizar piratear ordenadores, dobles saltos, atravesar paredes, colocar sanguijuelas cerca de los grandes botines para que vayan haciendo el trabajo por nosotros, interceptar la señal de la radio de los guardias… en fin, una amplia gama de originales habilidades que tendremos que ir consiguiendo con esfuerzo para utilizar después con inteligencia y cautela.
De hecho, podría considerarse que además de un plataformas de sigilo, The Swindle es también un juego de estrategia, sobre todo a medida que se complica la cosa y nos vemos obligados a observar muy bien cada mapa para decidir dónde ir, qué ordenador piratear, qué mina desactivar y de qué botín prescindir.
Sí, he dicho bien, prescindir. A veces es necesario dejar en el suelo suculentas bolsas llenas de libras si queremos llegar vivos a nuestro zepelín. Y a veces no es que sea necesario, es que es inevitable, ya que en algunas fases hay botines a los que es imposible acceder físicamente. Si nos empeñamos en conseguir el 100% en cada pantalla, o al menos acercarnos al máximo, lo más probable es que acabemos sin nada. Pero ¿seremos capaces de vencer a nuestra propia avaricia? ¿Cómo decir adiós a ese jugoso montoncito de libras? Es difícil, sí, la conducta más habitual es la de creer que podremos hacerlo y arrepentirnos cuando, segundos después, vemos que no, y que adiós a todo lo conseguido. Nunca un juego simbolizó mejor que este el refrán de que la avaricia rompe el saco.
En cuanto a la mecánica de las fases, existen dos partes en cada una: la de sigilo y la de huida. En la de sigilo tendremos que evitar los campos de visión de los enemigos y sortear la vigilancia, que cada vez es mayor. Pero cuando una cámara o guardia nos descubre, saltan las alarmas, cambia la música, se iluminan las luces rojas y sólo te queda correr intentando no dejarte la crisma y la bolsa por el camino. Puedes arriesgarte y seguir robando mientras te buscan, pero los robots de Scotland Yard no tardarán en aparecer, así como los lanzamisiles que acabarán por alcanzarte si no entras en la nave antes de su llegada.
La única pega en momentos así es que los controles no siempre funcionan con la precisión que necesitamos. En algunos momentos hay mínimos desfases entre el momento de dar al botón y ver la acción en pantalla, algo que no daría muchos problemas si no fuera porque en este juego nos puede robar vidas y días sin miramientos. Pero no nos engañemos, el 80% de las muertes son culpa de uno mismo. Y en esos momentos puedes ponerte tenso, enfadarte y desesperarte si … pero quieres más. Y más. La avaricia del ladrón corre por nuestra venas cada vez que damos a la Y para iniciar un nuevo golpe.
Duración
Estamos ante un juego que puede dar bastante de sí dada su endiablada dificultad y su carácter altamente adictivo. Es el típico juego que puedes empezar para pasar el rato y que te acaba dominando sin que lo puedas evitar. Y encima con saña, recordándote con el Big Ben las horas que llevas enganchado sin haber llegado al Basilisco. Unas 7 horas pueden ser suficientes para jugadores expertos, aunque perfectamente podrían llegar a ser más de 10-11, sobre todo si buscamos también los logros, igual de complicados de conseguir que el juego en sí.
Conclusión
The Swindle es todo un retrato de la codicia y hará emerger de nosotros mismos a este pecado capital. El juego sabe poner al jugador en la piel del ladrón, tanto en la fase de sigilo como en la frenética huida, haciéndose valer con maestría de todos los recursos visuales y sonoros para sumergirnos en cada golpe. Y aunque sea bastante difícil y pueda parecer exagerado que lo perdamos todo con un solo toque, esta es precisamente la piedra angular sobre la que nace la adicción y la que nos puede convertir en auténticos maestros del robo. Si os apetece vivir un auténtico reto, id a por el Basilisco del Demonio y hacedlo vuestro. ¡Sólo tenéis 100 días!
*Agradecemos a Curve Digital la copia proporcionada para el análisis.
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Gráficos65/100
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Jugabilidad73/100
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Duración70/100