Cerramos una década en la que mientras Hideo Kojima batallaba con Konami y trabajaba con más actores, Hidetaka Miyazaki elevaba el género a un nuevo nivel.
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La batalla de los dioses. Aunque trabajen en géneros absolutamente distintos, hay dos directores en la industria del videojuego que destacan sobre el resto, cada uno a su manera. Por un lado, Hideo Kojima podríamos decir que es una leyenda, un maestro, capaz de traernos historias increíbles y mecánicas jugables que siguen siendo frescas y divertidas por su afán de querer sorprender al jugador con su extremada y acentuada originalidad.
Y por el otro, tenemos a uno que ha llegado en silencio, sin grandes alardes, sin famosos, sin el mismo “punch” mediático, pero que realmente ha cambiado la percepción de millones de jugadores y lo que querían de los videojuegos. Hay algunos que lo llaman Dios, y no es para menos, porque Hidetaka Miyazaki ha sido capaz no sólo de hacer uno de los mejores juegos de la década, si no de influir en innumerables títulos a lo largo de estos años, hasta el punto de crear un nuevo género: los tipo “Souls”.
Hideo Kojima, un genio de los recursos
Es capaz de dominar la actualidad, de unir bajo un proyecto a nombres tan importantes como el de Guillermo del Toro y su sola opinión sobre cualquier tema ya es suficiente para resultar de importancia. No es para menos, la saga en la que ha trabajado durante los últimos 20 años, Metal Gear Solid, es de culto y ha sido de las pocas capaz de sobrepasar en cada entrega ese estatus de “obra de arte”. Death Stranding, su primer título como estudio independiente, también ha conseguido ganarse de una manera muy particular a público y crítica, arriesgando con un producto tan innovador que parece alejarse cada vez más del concepto de videojuego como conocemos.
Sin embargo, esta última década no ha sido la mejor de Hideo Kojima. Pocos desarrollos, una enorme polémica que casi destruye la opinión pública con Konami y un sinfín de pantallas de humo en forma de actores, eventos, premios y reconocimentos que lo mantienen en la cresta de la ola con la sola mención de su nombre. Es innegable que Hideo Kojima es un genio y que no hay nadie como él. La industria perdería mucho sin él, pero su excéntrico caracter también hace mella en la paciencia de muchos jugadores. O lo amas, o lo odias, algo que se extrapola a sus juegos.
Hidetaka Miyazaki, el director más influyente de esta década
Solo hay que echar un vistazo a su historial en los últimos 10 años: Demon’s Souls (2009), Dark Souls (2011), Dark Souls 2 (2014), Bloodborne (2015), Dark Souls 3 (2016) y Sekiro: Shadows Die Twice (2019). 6 auténticos juegazos en 10 años que al frente de From Software, compañía que ya es sinónimo de calidad y uno de los mejores estudios afincados en Japón, se han convertido en los juegos más influyentes de esta década sin lugar a dudas.
Poco a poco su popularidad se ha ido abriendo a toda clase de jugador. Muchos siguen temiendo la dificultad de sus títulos, pero es ahí precisamente donde reside la virtud de los mismos. Salíamos de una década donde la autocuración estaba a la orden del día y los RPGs con mayor carga conversacional como Mass Effect dominaban debido a las repetitivas propuestas de los JRPGs de la época. Dark Souls es ya un título legendario. Aunque no fue el primero, si que estableció unas normas casi desconocidas por los jugadores modernos.
Pero de dificultad no vive el jugador/a, Miyazaki se ha asegurado de acompañar sus títulos de una excelsa jugabilidad que aunque comenzó de manera errática con unos controles algo cuestionables, siempre ha obligado a entender que no se nace sabiendo, si no que hay que aprender de cada combate y la mejor manera de hacerlo es muriendo. Quizá muriendo demasiado, pero sí, muriendo. Todos sus títulos sin excepción combinan una serie de particularidades jugables innegables:
- Morir no sólo te hace aprender, si no que te penaliza gravemente. Sufrirás no haber aprendido de cada muerte.
- Valorarás tu vida por encima de la del enemigo, porque si cometes un sólo error, estás muerto.
- Los enemigos y los escenarios se combinan para ofrecer cada reto.
- Las “hogueras” y su sistema de guardado en el que no podrás escaparte de tus errores ni apagando la consola.
- El diseño de niveles es absolutamente inteligente y excepcional en todos los títulos.
Estos puntos son comunes a todos los juegos tipo “souls” sacados de la mente de Miyazaki. Pero se las apaña para moldear el resto con un apartado artístico increíble, una banda sonora espectacular y multitud de elementos para aumentar la jugabilidad sin que nada resulte artificial.
La victoria de Miyazaki: Ahora todo es el “Dark Souls de…”
Como bien decimos arriba, la popularidad de cada nuevo título de From Software ha subido de forma exponencial, quizá con Bloodborne, exclusivo de PS4 (aunque jugable ya en PC gracias a PSNow), el asunto dió un giro más comercial y de paso demostró que su propia propuesta tenía capas más profundas en la que no todo era “escudo y girar”. De esta manera, de repente, teníamos que Cuphead o el remake de Crash Bandicoot, eran el Dark Souls de los plataformas, que The Surge era el Dark Souls futurista, que la tercera entrega de Darksiders se había vuelto más “souls” o que incluso franquicias tan famosas como es el caso del último Star Wars Jedi Fallen Order han adoptado en parte esa esencia souls.
El resumen es que de pasar a principios de esta década de un juego como Demon’s Souls que ni siquiera salió de Japón en su lanzamiento original, a que absolutamente cualquier jugador conozca la saga y sus vertientes como quien habla de Minecraft. Es un logro que aparte de reconocérselo a From Software, es el hombre, Hidetaka Miyazaki, el que en mi opinión se debería llevar el mayor mérito. Entre otras, si se hace con Kojima, ¿porque no con él?
El remate definitivo de todo este “sorpasso” es que Sekiro: Shadows Die Twice ha ganado el GOTY en los últimos The Game Awards frente al Death Stranding de un Kojima que tenía todas las papeletas para ganar. Y no es para menos, porque un servidor, que por suerte ha podido probar todo lo que ha dirigido Miyazaki, opina que Sekiro es la obra más perfecta de todas. Mantiene la esencia, jugablemente es una delicia, los controles son perfectos, gráficamente es atractivo y para colmo, la historia no tiene peros en la forma de contarla y es lo suficientemente accesible para los que siempre temieron los Dark Souls.
Pero… Pedro, Sekiro es igual de díficil que el resto de Souls, ¿no?, os estaréis preguntando. Y si, es difícil, pero os aseguro que (y aquí está la magia de Miyazaki y el porqué de su éxito) es otro tipo de dificultad. Lo que tengo clarísimo después de toda esta reflexión, es que quizá Kojima siga siendo “El Genio”, pero a mi parecer, si ponemos las cartas sobre la mesa, quizá sea Miyazaki el que realmente se haya llevado el gato al agua como mejor creador de videojuegos de la década, y si Kojima no se pone las pilas, es posible que lo sea de la próxima también.
Y Elden Ring a la vuelta de la esquina… Miyazaki wins. Feliz 2020.