Análizamos We Happy Few, un atrevido y turbulento título de Compulsion Games, que navega entre la calidad de su narrativa, y su bajo rendimiento técnico.
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Valorar We Happy Few no es tarea fácil. ¿Qué se puede decir de un juego que es absolutamente brillante en algunos aspectos, y una pesadilla en otros? Es complejo. Metámonos en harina. En We Happy Few nos situamos en los años 60, pero no en los auténticos, sino en unos en los que una alemania ya no tan nazi pero si imperial consiguió dominar toda europa, cuando estados unidos decidió no entrar en guerra quedando la Unión Soviética como único rival el Imperio germánico. Reino Unido resistió el primer embate alemán, pero cuando volvieron a atacar una segunda vez tuvieron que capitular, y pagar un altísimo y pavoroso precio por la paz. Tan alto fue ese precio que la Gran Bretaña se ha replegado sobre si misma, y ha decidido vivir en un estado narcótico permanente para no recordar lo mucho que han perdido. Un par de décadas después del fin de la guerra encarnamos a Arthur, un trabajador de la oficina municipal de censura de Wellington Wells, una ciudad retrofuturista, que vive un estado policial en el que tomar el fármaco “júbilo” es una obligación no solo para con las autoridades, sino también para con tus propios vecinos, que no dudarán en atacarte si detectan que eres un “aguafiestas”.
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Desafortunadamente para Arthur, a él le tocará ser uno de los individuos al que el júbilo deja de hacer efecto, y al que encontrar un vestigio de su doloroso pasado, hará despertar de su sueño lisérgico. A partir de ahí deberá huir de Wellington Wells, y establecerse en las afueras de la ciudad, poblada por parias que han decidido dejar de tomar el fármaco de la felicidad, y que tampoco reaccionan demasiado bien ante los turistas que vienen de la gran ciudad. Durante la serie de desventuras que esperan a Arthur en We Happy Few, deberemos averiguar qué ocurrió con su hermano Percibald, y reencontrarnos con antiguos vecinos Sally y Ollie, que tendrán su momento de protagonismo al concluir el arco argumental inicial. We Happy Few es un juego increíblemente ambicioso desde un punto de vista narrativo, y de construcción del mundo en el que se desarrolla, y que triunfa en ambos cometidos, mientras que el juego se ve lastrado por un aspecto técnico por momentos nefasto, y unas mecánicas de juego demasiado simples y algo toscas. A lo largo de las próximas líneas repasarémos esta ambivalencia, e intentaremos figurarnos como valorar adecuadamente We Happy Few.
Apartado Técnico
Cualquiera que haya visto un par de trailers se habrá dado cuenta de la exuberancia visual de We Happy Few, con resemblanzas a Bioshock (al que le dedica algún guiño explícito), pero profundamente británico y que rinde sentido homenaje a la estética mod. Los vecinos que nos cruzaremos por Wellington Wells, o las mismas calles de la ciudad exudan encanto, y las paupérrimas afueras de la ciudad, cubiertas de abundante vegetación, no son menos atractivas. En definitiva, el diseño artístico del juego es notable, y se le pueden poner poquísimos peros. Quizá una mayor variedad en los diseños de nuestros conciudadanos daría mayor variedad a su universo, y la repetición de modelados da un aspecto barato al conjunto, es el punto que se puede echar en cara a los creadores del juego. Tristemente el aspecto técnico es otro cantar. Bugs, clipping desatado, físicas locas, y un problema de crasheos al cargar partida que en Xbox One X me ocasionó bastantes dolores de cabeza. A juzgar por el inestabilísimo frame rate, y los errores en la carga de texturas, es evidente que el equipo técnico de Compulsion Games no está familiarizado con Unreal Engine 4, y no ha sabido sacarle jugo.
We Happy Few es visualmente muy hermoso, pero no hay nada que justifique el mal rendimiento que muestra incluso en Xbox One X. Podría decir que el juego necesita pulir aristas, pero me da la sensación que el actual equipo de Compulsion Games no es capaz de dar nada mejor. No obstante, y aunque creo que algunos de sus problemas son irresolubles, un par de meses de plancha puede sentarle muy bien, y acabar ofreciendo una experiencia aceptable. No nos olvidamos de la música y el diseño de sonido, donde We Happy Few vuelve a brillar. No solo tiene una banda sonora estupenda, entre el pop melódico, y las melodías psicotrópicas de Ravi Shankar, sino que las actuaciones de los diferentes personajes son soberbias, por encima de la media de lo que acostumbramos a ver. Es una verdadera pena que técnicamente el juego no consiga ser al menos correcto, porque la fuerza de sus imágenes, de su música, y de los actores que dan vida a los habitantes de Wellington Wells, dan una fuerza a la narrativa que está muy por encima de los aspectos menos destacables del título.
Jugabilidad
Esta ambivalencia que hemos visto hasta ahora en We Happy Few se mantiene también en lo puramente jugable. Por cada elemento brillante que encontramos, tenemos otro mal implementado, fallido, o que simplemente no está a la altura. Así mismo cada vez que parece que el tedio está a punto de invadirnos, el juego nos regala una sorpresa inesperada, un golpe de ingenio. Como título de supervivencia We Happy Few es demasiado simplista, a menudo encontraremos la solución a nuestros quebrantos a pocos metros de donde nos encontramos, y la comida, bebida, y falta de sueño, al menos en dificultad normal, no son un problema. En cuanto al crafteo, el juego nos inunda con un sinfin de piezas, y fórmulas con las que elaborar aparatos y drogas que nos servirán para salir de algún aprieto, o simplemente para sobrevivir. Además tenemos que tener en cuenta que hay tres personajes jugables en el juego de Compulsion, aunque el protagonismo de Arthur es innegable. En Arthur encontramos al personaje más balanceado, un personaje débil al que se le da bien escapar, pero que necesita de fórmulas y planos para salir adelante. Por otro lado Sally es debilucha, aunque bastante rápida, y sobre todo una maestra del uso de la química y el sigilo. Por último tenemos la fuerza bruta de Ollie, que tiene como contrapunto lo que parece ser episodios de hipoglucemia, que nos obligarán a buscar continuamente miel para poder sobrevivir.
Dentro de las mecánicas clásicas de supervivencia, We Happy Few presenta una novedad que tiene su gracia. Será necesario encajar en Wellington Wells para evitar ser atacado por nuestros congéneres, para lo que deberemos vestir “bien”, y no dar señales de haber dejado de tomar nuestra pastilla de júbilo, por lo que deberemos conservar una actitud de buen ciudadano si no queremos levantar sospechas. Sin embargo en las afueras de la ciudad, nuestra buena pinta, y nuestros modales serán contraproducentes. A los parias expulsados de las luminosas calles de la ciudad, no le gusta ver a gente bajo los efectos del júbilo, y nos atacarán si no vamos camuflados con un traje raído. Ocasionalmente deberemos adoptar otro tipo de vestimentas y estados alterados de consciencia para poder acceder a determinados lugares, o poder cumplir misiones secundarias. No solo de drogas y cachivaches se vive en Wellington Wells, y también hay que combatir o reducir a nuestros enemigos usando el sigilo. Ambas mecánicas son, nuevamente toscas y simplonas, aunque dentro de su falta de sutileza e inteligencia, no se puede decir que no sean entretenidas. En medio de estos elementos tan poco brillantes de repente encontramos misiones secundarias interesantes, misteriosas, y bastante inquietantes, unido a puzzles, segmentos de acción e incluso conducción (de un robot aspirador) y plataformeo simple, que hacen que la experiencia se torne variada, y a ratos sorprendente. Además el hecho de que, sobre todo en el personaje de Sally, la forma de enfrentarnos a las amenazas sea tan diametralmente opuesta a la del resto de personajes, es muy meritoria.
La propuesta de We Happy Few es muy atractiva sobre el papel, pero la ejecución lamentablemente no está a la altura. Sin embargo el juego logra mantenernos pegados a su complejo, y satirico mundo lleno de drogadictos, sádicos y depresivos, y los giros de guión que nos esperan funcionan a la perfección a modo de recompensa que nos hace querer seguir adelante. Seguimos porque queremos saber, no solo de nuestros personajes protagonistas, sino de todo lo que ha ocurrido en esa Gran Bretaña distópica, colorista y drogata, y solo cabe preguntarse ante que tipo de juego estaríamos si las mecánicas hubieran dado la talla, en ver de ser un trámite no siempre divertido para avanzar en la trama.
Duración
We Happy Few es un juego largo, con un mundo que, si bien no puede compararse en extensión con superproducciones de Ubisoft o Bethesda, es sin duda de buen tamaño. La campaña de Arthur puede durar más de veinte horas, aunque no nos paremos demasiado a resolver secundarias. Las campañas de Sally y Ollie, aunque más cortas también tienen su miga. Si jugamos el título de forma orgánica, yendo solo a por las misiones secundarias más interesantes, seguramente no bajemos de las treinta horas. Además Compulsion ha prometido que el modo sandbox, que era el originalmente previsto para el juego, será incorporado de forma gratuita para todos los jugadores cuanto antes, lo que puede extender la vida del título de forma infinita. Este modo, que nos permitirá jugar también como un “wellie” (ciudadano modélico que toma su júbilo todos los días), llegará en cuanto esté listo, y para colmo hay dos campañas más programadas para llegar entre finales de este año y principios del que viene.
Hay disparidad en la profundidad y riqueza de sus misiones, tanto secundarias como principales, pero no se puede negar que el título de Compulsion Games, está rebosante de contenido, lore, e intrincadas y culebronescas historias. We Happy Few es denso e impactante, y con todos sus problemas es un mundo al que yo no dudaré en volver en cuanto esté disponible más contenido. Compulsion Games ha cocinado un plato importante, que no nos dejará con hambre, sino más bien una digestión complicada y un pesado poso que tardará en abandonarnos.
Conclusión
We Happy Few es una excelente historia, y un mundo fantásticamente imaginado, metido dentro de un juego con muchos problemas. Casi como si fuera una metáfora de la propia ciudad de Wellington Wells, el juego tiene una cara absolutamente luminosa, que contrasta con un infierno de errores, y mecánicas implementadas con muy poca pericia. Quizá hubiera sido mejor para Compulsion haber optado por una experiencia totalmente narrativa, pero lo cierto es que aunque les hubiera (nos hubiera) ahorrado muchos dolores de cabeza, habría restado significado a lo que ha acabado siendo su juego. Lo cierto es que las complicaciones autoinflingidas por el estudio parecen necesarias para experimentar ese mundo y esas historias con la profundidad y el apego necesarios. Como Arthur, Sallie y Ollie, el jugador pasa por We Happy Few en un proceso que no se puede definir de otra manera que no sea supervivencia. Tenemos que sobrevivir al juego, a todo un catálogo de irritantes defectos para seguir adelante, afortunadamente de vez en cuando el juego nos ofrece nuestra pildorita de júbilo que nos permite seguir adelante.
Si desde Microsoft siguieron de cerca el desarrollo de We Happy Few podemos entender por qué se interesaron en adquirir Compulsion Games. En su búsqueda por armarse de experiencias con más enjundia narrativa, es normal que se acabarán decidiendo por apoyar a un equipo con una propuesta muy original, un equipo de guionistas excelente, mucha ambición, pero con una falta de medios que es imposible esconder. Personalmente, y pese a todos los defectos con los que me he encontrado jugando a We Happy Few, lo próximo de Compulsion Games es de lo que más espero de los estudios adquiridos por Microsoft este año.
* Agradecemos a Trinity Team el material recibido para realizar esta review.