Analizamos Vessel of Hatred, la primera expansión de Diablo IV que llega con una clase totalmente inédita en la saga: el Espiritualista.
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El año pasado llegó el momento que muchos esperábamos: un nuevo juego de Diablo. Una cuarta entrega que podemos disfrutar desde hace algunos meses en Xbox Game Pass y que desde su lanzamiento ha ido evolucionando y mejorando en aquellos puntos donde flaqueo. Un título que enmendó los errores de la tercera entrega y nos devolvió a un Santuario decadente y lúgubre, con acción a raudales y decenas de nuevos contenidos con su sistema de temporadas.
Una base sólida que ahora se expande con Vessel of Hatred, la primera expansión de Diablo IV que busca hacer el juego aún más grande en todos sus aspectos. Con una jugabilidad ya de por sí muy buena y que atrapa desde sus primeros compases, esta expansión no solo añade una nueva capítulo de historia que nos ha sorprendido gratamente, sino que incluye diversas novedades que le dan un soplo de aire fresco al juego. Y sí, nos permiten volver a dedicarle cientos de horas a Diablo IV.
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Apartado técnico
Técnicamente, poco podemos decir de un juego que ya nos sorprendió en su lanzamiento y que hacemos extensivas nuestras ideas y opiniones acerca de él para este nuevo análisis. Un rendimiento espectacular, sin caídas o cuelgues y a 4K y 60 FPS en Xbox Series X|S, consola en la que lo hemos jugado.
Artísticamente, tenemos que destacar la nueva zona, Nahantu, que ya vimos en Diablo II en su tercer acto. Una amplísima zona selvática llena de peligros que, de nuevo, cuenta con un nivel de detalle increíble. Con un aspecto mucho más lúgubre y tenebroso, casi decadente, las diferentes zonas de Nahuantu se abren ante nosotros para ofrecernos un nuevo entorno original y cuidado.
Jugabilidad
La principal novedad de Vessel of Hatred es la inclusión del Espiritualista, una nueva clase totalmente inédita en la saga. Esta está centrada en los combates cuerpo a cuerpo, aunque destaca por su versatilidad y capacidad de movimiento, no siendo tan física y contundente como el Bárbaro. Por haceros una idea, el espiritista es una mezcla entre el monje y el médico druida de Diablo III, por lo que tenemos una clase muy rápida y enfocada en alterar las condiciones físicas de los enemigos.
De este modo, la nueva clase cuenta con un amplio abanico de opciones para afrontar los peligros de Santuario. Sus habilidades se pueden dividir en cuatro grandes grupos: Gorila, centradas en la defensa y el daño físico, Águila, centrado en el daño eléctrico y en dejar vulnerables a los enemigos, Jaguar, asociado al fuego y al uso de cargas de ferocidad, y el Ciempiés, con un enfoque en el daño por veneno y daño por tiempo.
Podemos optar por coger habilidades de un único espíritu, aunque la combinación de varios crea efectos devastadores. Nosotros nos decidimos por enfocarnos en potenciar las habilidades del espíritu del Águila y combinarlo con un par de habilidades del Ciempiés, creando zonas de veneno que, al dejar vulnerables a los enemigos, realizaban auténticas carnicerías.
En definitiva, el Espiritualista es una clase que puede adaptarse perfectamente al juego de cada jugador, permitiendo builds muy diversas entra sí.
Otro de los grandes añadidos es, sin duda, el regreso de los mercenarios. Un regreso por todo lo alto y, en nuestra opinión, mejor que nunca. No solo por su presentación y sus misiones para reclutar a cada uno de ellos que les dota de una personalidad única, sino por cómo se comportan en el combate y, sobre todo, por cómo los podemos personalizar.
Cuando vayamos luchando a su lado iremos subiendo nuestro nivel de afinidad con ellos, lo que nos dará diversos puntos de experiencias que gastar en sus propios árboles de habilidades. Un elemento fundamental para adaptarlos a nuestras necesidades y que nos permitirá cubrir las debilidades de nuestro personaje. E incluso conseguir combinaciones de habilidades espectaculares cuando lanzamos ambos habilidades que comban a la perfección.
Como único pero sobre el regreso de los mercenarios, es que salvo el primero, que sirve de introducción para este sistema, no tienen peso en la historia. Sí, cada uno de mercenarios cuenta con su propio misión de reclutamiento, pero narrativamente no suman nada. Eso sí, su apoyo no será suficiente para hacer frente al nuevo endgame, donde deberes contar también con apoyos humanos.
En el nuevo endgame de Vessel of Hatred nos encontramos con dos nuevas actividades: La Ciudadela Oscura y la Infraciudad. Sobre la primera podemos decir que es una especie de raid a lo WoW, pero a pequeña escala, donde deberemos superar tres salas llenas de enemigos de élite y puzzles para conseguir el mejor botín posible. Eso sí, los bosses nos harán esforzarnos al máximo en esta actividad pensada para jugadores con el mejor equipo posible, builds muy sólidas y la participación de entre 2 y 4 jugadores humanos. Y sí, los mercenarios de cada uno aportan también bastante.
Por otro lado, nos encontramos la Infraciudad, una especie de mazmorra contrareloj donde deberemos ir superando diferentes alas infestadas de monstruos en menos de 100 segundos. Una tarea imposible, por lo que debemos ir obteniendo segundos adicionales derrotando enemigos y superando salas y niveles. Con ello, iremos aumentando el botín obtenido y podremos elegir si retirarnos a tiempo con una recompensa algo menor o arriesgarnos a agotar el tiempo y perderlo todo por conseguir mejor equipamiento.
Duración
Vessel of Hatred refina la fórmula del juego base y ofrece, de nuevo, un juego que prácticamente no tiene fin. Completar las nuevas misiones de historia nos podría llevar unas 10 horas, aunque siempre dependerá de nuestra habilidad y del nivel de dificultad que elijamos. Un tiempo decente para un nuevo acto que sigue donde lo dejó el final de Diablo IV y que nos ha gustado bastante.
Un viaje para encontrar a Neyrelle, que pasa de mocosa irreverente a llevar todo el peso argumentativo al portar el cristal que encierra a Mefisto. Un nuevo capítulo que sorprende por el factor humano, más presente que nunca y con nuevos enemigos que surgen de donde menos lo esperamos y momentos duros made in Diablo. Una buena historia con un buen guion, que siempre nos deja con ganas de más y que acaba de una manera abierta dejando claro que esto es solo el prólogo de lo que está por venir.
Conclusión
Vessel of Hatred es lo que Diablo IV necesitaba para seguir creciendo. Una expansión redonda que aporta mucho, tanto a nivel argumentativo, abriendo nuevos puentes hacia el futuro y dejando preguntas abiertas, como en su jugabilidad. Especial mención merece la nueva clase, Espiritualista, que aporta una gran frescura a la fórmula con una serie de habilidades basadas en cinco espíritus que nos darán habilidades centradas en el combate cuerpo a cuerpo y en la reducción de daño y vida de los enemigos.
Además, también supone el regreso por la puerta grande de los mercenarios, con un buen sistema de construcción con árboles de habilidades que nos permitirán adaptarlos a nuestras necesidades. Fundamenta contar con ellos para el nuevo endgame, donde contamos dos nuevas actividades que nos desafiarán hasta límites insospechados.
En defintiva, Diablo IV: Vessel of Hatred es una gran expansión que sabe lo que quiere y lo que busca: tender nuevos puentes hacia el futuro mientras sigue nutriendo de contenido el presente.
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Apartado Técnico90/100
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Jugabilidad90/100
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Duración85/100
Pros:
- El Espiritualista como nueva clase funciona a la perfección.
- El diseño de Nahuantu, gigantesco y muy variado.
- Las nuevas actividades del endgame.
Contras:
- Alguna actividad extra y nueva.