Una historia de sexo y violencia ambientada en el Dying Light. ¡Ah, la pasión! ¡Oh, la juventud! ¡Eh, los zombies!
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Este relato corto contiene una suave pero intensa retórica sexual. Si eres menor de edad te pedimos que salgas de aquí y disfrutes leyendo cualquier otro de nuestros más que interesantes contenidos.
Harran, 14 días después de La Cuarentena
“-Entiendo la pasión de los jóvenes. El fuego arde en vuestros corazones y, en tu caso, en la polla ya que solo quieres ponernos en peligro para follarte a tu novia -le dijo su padre.”
“-¡No entiendes una mierda! ¡Yo quiero a Anissa y si intento que me dejes salir es para estar con ella de forma casta y pura! Bueno, y si surge algo ¿quién soy yo para interponerme entre el instinto con el que nos ha dotado generosamente la naturaleza y el placer sexual?”
“- Nadie, solo eres un estúpido. Ya te he dicho que si sales ahí fuera con todos esos zombies te pasará algo malo. Morirás comido por ellos o, en el peor de los casos, te morderán y te transformarás en el peor momento poniendo más vidas en peligro. El Gobierno sabe lo que hace, han mandado a ese hombre, Kadir Suleiman para gestionar esta crisis y en unos días todo volverá a la normalidad. Solo tienes que esperar un poco más.”
Hüseyin, de diecisiete años de edad se quedó en silencio pensando en la forma de escapar de allí. Ya no volvería a intentar convencer a su padre, se iría esa misma noche, vería a Anissa unas horas y estaría allí por la mañana. Al igual que la mayoría de la población de la ciudad sitiada por las fuerzas gubernamentales e invadida por los muertos vivientes, no tenía ni idea de la situación en las calles. No sabía que por la noche los zombies estaban más activos ni que aparecían en escena los coléricos. Ni falta que le hacía.
Él solo pensaba en los largos cabellos negros, la piel oscura y tersa, la intensa mirada turquesa y en recorrer las casi infinitas piernas de Anissa hasta el mismo fin. No quería decirlo, pero su padre tanía razón, él quería ir a verla para expresarle físicamente sus sentimientos, ya que entre sus dones no estaba ni el de la paciencia ni el de la poesía.
Al caer la noche Hüseyin esperó a que su familia se quedase dormida mientras hacía que leía uno de los libros de su padre. Era tan aburrido que casi él mismo se queda dormido. Una vez que todos habían caído rendidos ante los encantos de Morfeo, el chaval se puso sus cascos por los que Deez Nuts atronaban sus oídos, abrió una ventana del sótano cuyas bisagras había engrasado anteriormente para evitar ruidos, y saltó a la calle.
Anissa vivía en el mismo barrio que él. Si echaba a correr en poco menos de cinco minutos habría llegado. La música le daría la energía y concentración que necesitaba, al menos era lo que él creía. Después de todo, todos los días veía desde la terraza de su casa a esos torpes y lentísimos mosntruos, no podrían hacerle nada si pasaba por su lado velozmente.
O quizá no. Nada más empezar a correr Hüseyin aprendió una nueva cosa sobre los infectados por el Virus de Harran. Por la noche no eran tan torpes ni tan lentos. De hecho saltaban coches sin ninguna dificultad y al joven adolescente le estaba costando mucho más de lo previsto dejarlos atrás, ya que conseguían rozarlo en ocasiones. En los cascos sonó su canción preferida del grupo “Face This On My Own”, lo que le proporcionó un chute de adrenalina que le valió para saltar sobre una furgoneta e impulsarse hacia una farola que usó para girar rápidamente a la derecha y caer al suelo con una elegante voltereta con la que evitó hacerse daño en sus piernas.
Se sentía poderoso. Los coros de la música gritaban “Yeah!” y, para celebrar la proeza atlética que acababa de hacer gritó “Yeah!” mientras lanzaba un puñetazo hacia arriba. Sin embargo no llegó hasta el final del recorrido que le permitían sus músculos porque impactó con el costado de un colérico, que soltó un grito de rabia que provocó que Hüseyin se meara encima.
Estaba muy cerca de la casa de su novia. Empujó con todas sus fuerzas al colérico y salió corriendo. “¡¡Anissa, abre la puerta!!” gritó desesperado varias veces desde que llegó al principio de la calle. Tenía al colérico bastante cerca y oía los gritos de varios más acercándose. Su chica se asomó a la ventana y colocó una luz ultra violeta que iluminó al colérico evitando su acercamiento, para inmediatamente después bajar a abrir la puerta al joven.
Nada más entrar Hüseyin se abalanzó hacia ella para besarla. Era el momento con el que había estado soñando durante dos semanas. La pasión los envolvió a los dos de tal manera que no se dieron cuenta de una pequeña herida que tenía el muchacho en la espalda. No parecía muy grave, era un corte provocado por un infectado después de que varios zombies hubieran conseguido desgarrarle la ropa de camino hacia aquí.
Hüseyin estaba muy caliente, literalmente hablando. La temperatura de su cuerpo estaba subiendo al mismo ritmo que se ennegrecía la herida de su espalda. Él lo acachó al calor del momento sexual y embistió a Anissa con más fuerza. Tanto que le hizo daño. Ella le pidió suavemente que se relajara un poco, pero no obtenía respuesta. El ritmo frenético no se relajaba y ella estaba realmente incómoda. Su novio no solo movía su cadera, si no que tenía todo su cuerpo temblando y sudando. Ella lo agarró por la cara para mirar a sus ojos y calmarlo de una vez. Cuando lo hizo comprobó que sus iris eran amarillos y su hambre sexual ya había pasado, ahora, una vez saciado, quería comer y ella iba a servirle igual de bien que para lo anterior.