Os traemos el análisis de Stonefly, una preciosista aventura amparada en el descubrimiento y ambientada en un mundo con insectos colosales.
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Hemos visto infinidad de obras donde la tecnología, siempre inherente a la raza humana, se esfuerza por combinarse con la naturaleza para fundamentar la simbiosis como relación. Asimismo, sus distintos procedimientos, procesos y elementos logran una suerte de balance entre innovación y dinamismo para que podamos seguir avanzando y viviendo como especie. Y aunque la fusión entre la naturaleza y la tecnología de Stonefly no es algo nuevo, sí que nos ofrece un ecosistema. Uno donde los insectos juegan un papel imprescindible de acuerdo a las funciones que cumplen en las actividades en los entornos terrestres.
Después de dejarnos electrizados, sacudidos y noqueados con Creature in the Well, una curiosa mezcolanza de hack and slash y pinball, la gente de Flight School Studio, una desarrolladora con sede en Texas, vuelve a la carga con el juego que protagoniza estas líneas. Uno interpretado por Annika, una inventora tan brillante como inocente que, ayudada de su mecha-insecto, tiene que abrirse paso entre la flora y la fauna con el fin de recuperar la joya perdida de la familia. Con este pretexto, que no tiene excesivo fundamento, comienza una aventura conocida en la narración literaria como una experiencia de aprendizaje que pone de manifiesto el culmen de su transformación/autodescubrimiento, uno centrado en el crecimiento psicológico y moral de la protagonista, y todo lo que le rodea.
Por desgracia, la buena voluntad y las buenas intenciones que subyacen en esta propuesta, pueden no ser suficientes, dado que los personajes son poco tratados y la trama, relegada a un puñado de momentos que se desarrollan en campamentos, resulta algo superficial.
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Apartado técnico
Pese a que a veces puede jugar malas pasadas cuando nos hacemos a los mandos, la apariencia de Stonefly es sumamente preciosista, luminosa y esotérica. Un dibujo y movimiento en apariencia muy sencillos que obedecen a una selección de acuarelas con un verdadero virtuosismo. Además de lo original de su propuesta, es una obra que bebe de películas tan emblemáticas como Nausicaä del Valle del Viento, sobre todo en sus ideales artísticos, dado que los animales e insectos gigantes parecen que tengan personalidad propia.
De la misma manera, los paisajes son tan imaginativos como atrayentes, con una riqueza inventiva característica de Hayao Miyazaki, que nos ofrecen la posibilidad de sobrevolarlos, saltando de rama en rama y sin dejar de sorprendernos. Si bien, hay aspectos que pueden romper un poco con la inmersión, dado que se echan de menos algunos sonidos naturales situados en distintos lugares y sujetos a las reglas de la verosimilitud. En otras palabras, es un bonito envoltorio para un espectáculo que en ocasiones se presta vacío.
Jugabilidad
En Japón, durante los meses de verano, la lucha entre escarabajos de un cuerno es considerado casi un deporte, con cientos de adultos gastando decenas de miles de yenes en escarabajos raros y foráneos para este tipo de quehaceres. El combate consiste en ponerlos encima de un tronco y dejar que se empujen entre sí con todas sus fuerzas, y el que consiga tirar al otro al suelo gana. Podrá pareceros una tontería, ¿pero sabíais que esta fue una de las muchas inspiraciones detrás de la famosa serie Pokémon?
Ahora que hemos captado vuestra atención con esta curiosidad, toca arremangarse las mangas, puesto que, bajo una perspectiva isométrica, Stonefly nos ofrece una serie de combates con muchas similitudes a la afición antes nombrada, ya que combatiremos con nuestro mecha-insecto en zonas circulares en las que tendremos que hacer frente a todos los insectos que vayan apareciendo. Pero lejos de ser un juego de acción habitual, lo único que tenemos que hacer es tirarlos de las plataformas usando todas las habilidades y elementos que tengamos a nuestra disposición. Y pese a que dicho de esta forma parece que sea una tarea sencilla, lo cierto es que los enemigos presentan varios patrones de ataque que nos pondrán las cosas difíciles.
Sea como fuere, la mayor atracción del título de Flight School Studio reside todavía más en la exploración y la recolección de recursos, a tal efecto, amparados en la modificación de nuestro robot y para el comercio. En vista de que los escenarios que recorremos (un total de tres) son bastante amplios, el desarrollo del juego se basa de sobremanera en el plataformeo. Así pues, iremos saltando de hoja en hoja y de rama en rama, todo lo que tengamos a mano mientras aprovechamos las corrientes de aire y evitamos caer al vacío, aun cuando puede ser una circunstancia inevitable. El carácter de la obra es tan preciosista que aspectos como la profundidad o la propia cámara pueden jugarnos malas pasadas, por lo que la muerte es más constante en estos momentos que cuando el conflicto sea inevitable.
De cualquier forma, Stonefly es una experiencia que se presta a la relajación y en ocasiones la contemplación. En ningún momento supone un desafío lo suficientemente serio para que la fatiga haga acto de aparición.
Duración
A veces, estirar los videojuegos de forma innecesaria para presumir de duración, es algo que puede hacer más mal que bien. Por desgracia, vivimos en una época en la que todo tiene que ser más grande: escenarios con cientos de kilómetros cuadrados, muchos personajes, cientos de misiones, más de todo. Y de lo que no nos damos cuenta es que, de vez en cuando, resulta más importante qué se hace con lo que se tiene. Es algo que hemos visto en muchas obras y que también se extiende a este Stonefly, pues se han introducido una serie de muros invisibles que no nos permiten progresar en la aventura de forma adecuada, alargando así el recorrido sin ninguna mejora en la experiencia.
Y por muros invisibles, nos referimos a la necesidad de recolectar cierta cantidad de recursos, muchos más de los que reunimos en circunstancias normales, y que nos obliga a volver sobre nuestros pasos en busca de nuevos materiales. Al final, la aventura que nos ocupa se puede extender hasta las 5-7 horas aproximadamente, una duración que en esta propuesta puede tornarse excesiva, ya que rompe la sensación de un pulso regular, desacelerando el ritmo del relato.
Conclusión
No basta con tener ideas, hay que alimentarlas, y hacerlas crecer. Stonefly exhibe esta afirmación, porque a pesar de que se trata de una propuesta sumamente original y que hace gala de un estilo visual único, diferencial y particular, muchas de sus mecánicas tienen muchas taras desde un punto de vista práctico. Ciertas aristas que entorpecen nuestros movimientos y que para más inri pueden ralentizarlos, son algunas de sus asignaturas pendientes, especialmente si queremos sobrevivir en este mundo insectoide plagado de peligros. Ahora bien, si os gustan las obras que presentan ideas originales y estéticas diferentes, puede ser una buena oferta.