La necesidad de revertir algunas políticas reveladas en la presentación de Xbox One, retrasaron la llegada de la retrocompatibilidad por más de un año.
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Lo accidentado de la presentación de Xbox One en 2013 no es un secreto para nadie, pero aún hoy estamos descubriendo las repercusiones derivadas del caos ocasionado por las políticas que la acompañaron. Recientemente hemos sabido que la llegada de la retrocompatibilidad a Xbox One, estaba prevista para poco tiempo después de su salida al mercado, y tuvo que ser aplazada por la necesidad del equipo técnico de dar marcha atrás a muchas de las políticas planeadas inicialmente para la consola.
Ya en 2013 Albert Penello reconocía en una entrevista a Ars Technica lo siguiente: «Tuvimos que volver atrás y rehacer un montón de cosas que no teníamos previstas (…) es de hecho bastante complejo». Y recientemente hemos conocido más detalles de la mano de Kevin Gamill, jefe de equipos de programación, quien dijo que la llegada de la retrocompatibilidad fue completamente aparcada hasta la llegada de Phil Spencer al mando de la división.
Como no hay mal que por bien no venga, ya sin la presión de cumplir determinado plazo de presentación de esta característica, los equipos encargados de la retro, siguieron con un proyecto que venía gestándose desde 2007, pero que siempre tuvo un principio en mente «la simple paridad nunca fue nuestro objetivo, sino mejorar el rendimiento y el aspecto de los juegos retrocompatibles».
Hay quien dice que bien está lo que bien acaba, y no se puede negar que están siendo días dulces para aquellos que gusten de la posibilidad de jugar a sus juegos de generaciones anteriores, o bien poder experimentar ahora aquellos que se perdieron en su día. La llegada de la retrocompatibilidad con la Xbox original, ha convertido Xbox One en la primera consola en poder ejecutar juegos de tres generaciones. Esperamos que, cuando en unos años Microsoft presente la sucesora de Xbox One, esta sea la primera en poder correr juegos de cuatro generaciones.