Con motivo del aniversario del juego, publicamos un relato corto ambientado en el videojuego La Tierra Media: Sombras de Mordor.
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En un lugar de Udûn
“No puedo más. Para ellos solo somos mano de obra barata. Tan barata que no nos dan ni de comer porque es más fácil traer otros humanos que nos suplan. Y si duramos lo suficiente para que se aburran de nuestras caras nos cortan la cabeza y aceleran el proceso. No existe más justicia que la que imparten las espadas y nosotros no tenemos ninguna.
Aquí viene el uruk-hai que me muele a golpes solo para ver cómo me retuerzo de dolor. Sin embargo hoy no le daré ese placer. Por mucho daño que me haga voy a permanecer impasible. Lo voy a hacer como despedida. Estas son las últimas horas en las que estaré aquí. Un grupo de esclavos nos han dicho que un montaraz con poderes sobrehumanos está sembrando el terror entre las hordas de la oscuridad que han podrido estas otrora hermosas tierras con sus pestilentes alientos, los cuales les recuerdan penosamente a la arrepentida madre naturaleza el parto que nunca debió consumar.
Ya tengo detrás al verdugo de tantos amigos y compañeros. Como siempre, antes de la paliza, pregunta como estoy. Algún día debería responder “muérete” solo por desahogo, pero no me atrevo por si la paliza es más brutal que de costumbre. Es curioso el comportamiento del ser humano, casi no tengo nada que perder, y por esa raquítica rendija de esperanza, me muerdo la lengua. Empiezo a pensar que quizá la muerte sea una liberación para mi.
Aquí vienen los golpes. Tengo que soportarlos, aunque me tire al suelo, no debo dejar ver que me duele. Que le jodan. Hoy es el día. El montaraz que se desliza silenciosamente entre las sombras de Mordor al que llaman Talion vendrá. Y los matará a todos. Nos vengará”.
El humano se concentró tanto en no exteriorizar su inmenso dolor que no percibió cuando el uruk-hai dejó de golpearlo porque una sombra pasó velozmente cortándole el cuello con Acharn para después, apoyándose en los poderes concedidos por un antiguo y poderoso elfo, desaparecer y aparecer al lado de los otros cuatro guardias orcos que ya no vivían para seguir mirando la escena y abandonar el lugar en busca de una mayor venganza.
“Ya no siento los golpes ni oigo las repulsivas voces de los guardias orcos. ¿Habrá venido el montaraz? Imposible, los uruk-hai decían que solo era una invención de los esclavos para soportar este execrable día a día. Pero, ¿y si al final era cierto? Solo noto una suave brisa que extrañamente no apesta a orco. Si miro para atrás y las bestias siguen ahí me ganaré otra paliza y mi cuerpo no lo resistirá. Pero si ha venido ese poderoso montaraz y los ha matado…¡sería libre! ¡Podría unirme a la guerrilla de Lithariel y recuperar esta tierra! No sé que hacer. No tengo nada que perder más que una vida de desgracia. Contaré tres y miraré. Una, dos y…