Hacemos un repaso de todo lo que ha supuesto Phil Spencer para la marca Xbox y especialmente en la complicada situación de Xbox One.
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A finales de este año y con una nueva generación a las puertas, el presente de la consola de la octava generación de Microsoft no podía ser mejor. Con la mayoría de usuarios contentos con la máquina que poseen y un catálogo que no deja de crecer, parece que desde la compañía han conseguido que esta máquina se convierta en un producto de éxito que cada vez genera menos dudas en el sector. Pero no siempre fue así.
Todo el que sigue la actualidad de Xbox One tanto aquí como en cualquier sitio, sabe de la nefasta presentación de la misma con una Microsoft que intentó anticiparse a los tiempos que corrían, con una máquina orientada al futuro, pero no al cliente. Por resumirlo de alguna manera sencilla: La Xbox One de 2013 no era una consola de videojuegos, era un todo-en-1 para el salón.
Se acumularon muchas cosas que perjudicaron a la máquina en un corto espacio de tiempo: La polémica, la mala prensa, las críticas y la legión de jugadores hardcore y tradicionales que tanto habían disfrutado con la excepcional Xbox 360, no se podían creer que la compañía que tantas alegrías les había dado de repente parecía querer tomar otro rumbo. Seguirían teniendo sus Halo y Gears, ¿pero a qué precio?
La Xbox One de 2013 no era una consola de videojuegos, era un todo-en-1 para el salón.
La división necesitaba a un nuevo líder
¿A quién ha culpado todo el mundo de este accidentado lanzamiento y la orientación de la consola? Evidentemente a Don Mattrick, un ejecutivo que trajo muchas novedades a la división Xbox e intentó atraer la atención de jugadores más casual. De hecho, Xbox One era la verdadera consola de nueva generación y parecía traer funcionalidades realmente novedosas, pero el gran público no lo leyó así. A pesar de las rectificaciones como quitar el «always online» o permitir la 2ª mano, y de haber vendido en la misma semana de lanzamiento casi 5 millones de consolas, Xbox One pronto perdió fuelle ante las espectaculares ventas de una Playstation 4 que ofrecía un modelo tradicional y que encima se mostraba más que Xbox. A esto, sumemos la mala gestión de la compañía con Kinect 2.0.
Mientras, en multitud de publicaciones, canales de youtubers famosos e incluso analistas, daban por muerta y vencida ya a una consola recién estrenada, parece que alguien en Microsoft se alarmó con la situación e hizo fuerza para forzar la salida de Mattrick, que abandonó el barco sin siquiera intentar solucionar nada. Precisamente, de ahí salió Phil Spencer. Con más de una década a sus espaldas de experiencia en lo que ahora conocemos como Xbox Games Studios, parecía alguien al que poner al cargo cuando no queda más remedio. Se acabaron los fichajes estrella.
Giro de 360 grados
El cambio fue espectacular. En pocos meses, Xbox One bajó de precio igualándose a su competidora y eliminando a un Kinect hasta ahora obligatorio en la ecuación. Mejoras en sus SDK consiguieron que su rendimiento gráfico subiera considerablemente y con el paso del tiempo, el anuncio de Windows 10, la retrocompatibilidad o los potentes Games with Gold. La máquina parecía cada vez mejor y por primera vez era una consola de videojuegos en toda regla. Para rematar, una política agresiva de actualizaciones fue moldeándola para adaptarla a los cambios, lo que ha convertido la experiencia con Xbox One en algo completamente distinto.
La Xbox One de 2013 y la actual, en 2020, son máquinas totalmente distintas.
El milagro se había producido y One no sólo parecía resurgir de sus cenizas, de su propia muerte, si no que venía con una mejora importante bajo el brazo: Xbox One S y la futura Project Scorpio. En el E3 de 2016, Microsoft cometió la locura/genialidad de presentar dos nuevas Xbox, y le salió bien. Más adelante tuvimos la Xbox All Digital que ha servido de «inspiración» para Sony, y una gama nueva llamada Xbox Series, preparada para arrasar.
A esto hay que ir sumando XBox Game Pass, Cloud Gaming y la promesa de retrocompatibilizar todos los juegos de Xbox One en Xbox Series. ¿Se puede pedir más?
Esto es gracias a Phil Spencer y su equipo
Pero, ¿y si Phil Spencer no hubiera cogido el testigo? ¿Y si Don Mattrick hubiera seguido en el cargo sin hacer nada? ¿Y si Microsoft hubiera seguido sin leer el mercado como finalmente ha hecho? Cualquiera de las respuestas a estas preguntas nos lleva a la catástrofe más absoluta y probable: La posible desaparición de las consolas Xbox como las conocemos hasta hoy día.
Evidentemente hablamos de suposiciones, pero hasta que quitaron el pack de Kinect, la tendencia del mercado era cada vez más palpable, mientras PS4 seguía costando 400€, Xbox One difícilmente bajaba de los 500€ y lo peor es que el dispositivo se convertía en un lastre, con un software aún sin pulir, que petardeaba más de la cuenta y no te reconocía la voz correctamente. No tenía ningún sentido pagar ese sobrecoste para algo que mucha gente ni se planteaba usar. Ni siquiera teníamos un Dance Central o un Kinect Sports de inicio, tuvimos que esperar varios meses para eso.
Si parte de la prensa ya había condenado al segundo puesto y casi sentenciado a Xbox One como consola, no nos podemos imaginar si no hubiera levantado cabeza. Entre que esta generación empezó muy floja, un escaso catálogo nuevo, unas máquinas que no parecían desmarcarse lo suficiente de las anteriores y muchas más causas que llevaban al usuario medio plantearse seriamente en cambiar de plataforma, podía haber terminado siendo extremadamente perjudicial para Microsoft.
Es un poco drástico pensar que Xbox One podría haber muerto sin estos cambios que trajo Phil Spencer a la división de entretenimiento de Microsoft, pero si que es factible pensar que la empresa más grande de software del mundo prescinda de una de sus ramas que les produce pérdidas o menos beneficios, como han hicieron con el mercado móvil.
En definitiva, no resulta muy complicado pensar en un escenario así, provocado por una presentación y gestión errónea de la consola en su enfoque inicial. Aún recuerdo las frases famosas que vivieron durante años: «¡Pero si en esa consola no funcionan los juegos de segunda mano!» o «¡La tienes que tener siempre conectada a internet!», y mi favorito: “¿Qué tienes Kinect? ¿Sabes que Microsoft te puede espiar?” Son cosas que se arraigan en la cultura popular, como los 720p.
Por suerte, Xbox One parece haberse recuperado del golpe ganando unos aliados tan potente como los móviles y PC, con iniciativas como el Play Anywhere, Xbox Game Pass, la retocompatibilidad y mucho que sólo benefician al usuario final. De tenerlo todo cerrado y atado han pasado a abrir el ecosistema lo máximo posible, hasta el punto de abrir su plataforma Xbox Live al juego cruzado con las plataformas de Sony. Impensable en la antigua Microsoft.
Si, ya resuenan los cuernos de batalla para Xbox Series, pero no olvidemos que todo lo que hemos citado antes es y será también Xbox One durante un largo tiempo, y eso no hubiera sido posible sin Phil Spencer.