Relato corto ambientado en el Gears Of War 2 sobre los motivos que llevaron al suicidio a Tai Kaliso.
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¿Te has pasado la campaña del Gears Of War 2? Si la respuesta es sí, puedes leer este texto sin miedo a spoilers. Si eres una persona muy sensible, deberías saber que este relato contiene pasajes más violentos y crueles de lo acostumbrado. No consideres esto como la versión oficial del juego. Es solo una teoría que podría explicar cómo los locust quebraron a Tai kaliso.
Todos nos acordamos de aquel épico momento en el que Tai Kaliso, haciendo equipo con Dizzy, se enfrentó a Skorge, por aquel entonces líder militar de la Horda Locust, en los primeros momentos de la operación militar Tormenta en la Hondonada impulsada por la CGO para acabar con las larvas que habían sobrevivido a la detonación de la bomba de masa ligera. Cuando nos metimos en la cápsula que nos transportaría a la Hondonada, dejamos de ver aquel combate, y cuando volvimos a ver a Tai kaliso fuimos testigos de su suicidio.
¿Qué pasó durante esas horas? Tai tuvo que ver algo realmente horrible para escoger ese camino. Llevaba décadas luchando contra aquellas bestias y en ese tiempo había presenciado las miserias más espantosas de cada una de las dos especies que se disputaban en desigual batalla la superviviencia de los suyos.
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Tai observaba con impotencia los estragos que estaba causando esa extraña bestia en primera línea de batalla. Cerró los puños deseando que aquella brutal larva llegase hasta la cubierta de su excavadora para matarla con sus propias manos y evitar problemas en el futuro. El potencial de ese bicho era tan colosal que podría echar por tierra toda la operación.
Su desarrollada percepción le aconsejó que no siguiera las órdenes del mando y no se metiera en la cápsula. Agarró por el brazo a Dizzy para evitar que el borracho más querido por los soldados de la coalición se metiera en su cápsula y, antes de que pudiera explicarle sus motivos para actuar así, aquel temible locust llamado Skorge cayó del cielo entre ellos. Los dos humanos comenzaron a luchar.
Unos momentos antes
Skorge había identificado a varios objetivos señalados por la Inteligencia Locust. Taarg, la mano derecha de la Reina Myrrah y Maestro Espía de las larvas había efectuado un seguimiento a los humanos que habían destacado en combate matando a un gran número de sus hermanos, y habían logrado sobrevivir al paso de los años. Myrrah los había calificado como el mayor peligro para sus hijos y había ordenado a sus oficiales de mayor rango que destinasen todos sus recursos a secuestrarlos en cuanto los vieran, aunque las órdenes recibidas previamente no fueran esas y tuvieran que olvidarse de sus objetivos.
Obedientemente actuó Skorge en cuanto, tras cortar en dos a un centauro y desencadenar una explosión que acabó con varios gears, levantó la vista e identificó a tres de esos importantes objetivos, Marcus Fénix, Dominic Santiago y Tai Kaliso. Saltó hacia ellos pasando absolutamente de las órdenes previas. Cuando se acercaba al lugar decidió ir a por Tai Kaliso ya que Marcus y Dom ya estaban dentro de la cápsula, lo que impedía al líder religioso locust matarlos. ¡No le daba tiempo a llegar!
La lucha contra Tai y Dizzy no duró mucho. Aquellos humanos, con un nivel de combate suficiente para despachar incluso a varios theron sentinel, no disponían de las habilidades necesarias para enfrentarse a alguien que superaba en combate al temido General RAAM, según las propias impresiones de Marcus y Dom que salieron a relucir un poco más tarde en la Hondonada.
Skorge empujó a Dizzy con tal fuerza que el ex superviviente no pudo impedir su caída de la excavadora. Tai cargó contra el enemigo con la sierra del lancer encendida pero el locust lo esquivó y le propinó un tremendo hostión en la nuca que mareó al humano lo suficiente como para no ser capaz de evitar ser secuestrado por aquella bestia.
Skorge sabía muy bien lo que tenía que hacer. El Jefe de la Inteligencia Locust, Taarg, había redactado un manual detallando los pasos a seguir cuando consiguieran hacerse con uno de los humanos más buscados por las autoridades de la Horda. Taarg había sido el responsable de que la Reina no ordenase matarlos en el acto, sino secuestrarlos. La retorcida inteligencia del Maestro Espía había determinado que era mucho mejor quebrarlos mentalmente hasta el punto de que lo primero que hicieran al volver a tener un arma en sus manos fuera suicidarse o, con un poco de suerte, matar a sus compañeros aprovechando que estaban totalmente desprevenidos.
Por supuesto el arma no se la darían ellos. El plan trazado por Taarg consistía en que después de conseguir llenar de tinieblas sus mentes, ponerlos en el camino de sus compañeros durante una batalla para que lo rescatasen y le dieran un arma. Sería un momento muy sensible y los humanos no esperarían un desenlace como el que había previsto el Jefe de la Inteligencia Locust.
Skorge lo llevó a las afueras de Nexus, lugar en el que se encontraban los esclavos humanos construyendo las nuevas zonas de la Capital de los Locust. Tai no se podía creer lo que veía. “¿Cuándo coño han comenzado estos bastardos hijos de la gran puta a secuestrarnos para esclavizarnos? ¿No hemos sido capaces de enterarnos a estas alturas? ¿Me han traído aquí para que me ponga a construir como uno más? No pienso hacerlo, por mucho que me torturen. Esperaré al mejor momento, reclutaré a todos los que pueda y nos largaremos de aquí matando a quién se nos interponga en nuestro camino a la superficie.”
Skorge lo tiró al suelo y dejó caer sus más de 150 kilos en sus lumbares. Hizo una señal a unos granaderos, quienes mataron a golpes a una mujer y a su hijo pequeño. Tai intentó moverse frenéticamente para salvarlos, pero cada vez que hacía un movimiento el líder religioso y militar de las larvas le hundía sus garras en la espalda con saña. Justo en aquel momento, un par de humanos cayeron por el cansancio, los drones que acaban de matar a la mujer y a su hijo se acercaron a ellos para tirarlos por el barranco y sacaron a dos humanos de unas horribles urnas de metal para que ocupasen los puestos que acababan de quedar vacíos.
Tai no podía creer tal crueldad. Los locust carecían de sentimientos pero lo peligroso es que parecían conocer muy bien los de los humanos y se estaban aprovechando de ello. Skorge lo agarró por la cabeza y arrastró a Tai brutalmente por el suelo, lo que le quebró algunas costillas, hasta llegar a otra zona en la que los humanos que estaban trabajando allí estaban famélicos. ¡Parecía que no habían comido en semanas! Skorge miró a un theron que lanzó un trozo de pan al suelo. Los esclavos se abalanzaron a él. Un hombre joven lo cogió primero. Tai pensó que lo compartirían entre todos. Pero observó como un chaval que no tendría más de quince años hundió el martillo con el que estaba trabajando en la cabeza del que tenía el trozo de pan y desencadenó una pelea que acabó con varios muertos y muchos heridos. Uno de ellos había conseguido el trozo de pan. Le dio un primer mordisco y antes de poder tragarlo el theron de antes se acercó a él, le rompió el cuello y se comió el trozo de pan delante de los que todavía estaban vivos.
Tai no daba crédito a lo que allí veía. Las larvas habían desarrollado un sistema de tortura y represión cuya conclusión no era otra que provocar un genocidio lento y calculado. Ya no era una lucha por la superviviencia entre dos especies. Lo que allí había era la máxima expresión del odio puesta al servicio de la tortura, el ensañamiento y la crueldad.
Skorge siguió su paseo. Llegaron a una barcaza en cuyo sótano había pequeños compartimentos. Una vez allí abrieron las puertas, y de dos de ellos salieron dos mujeres. Ambas tenían la vista clavada en el suelo y estaban desnudas. El líder religioso locust empujó a Tai hacia ellas. Quería que hiciera algo. Kaliso se imaginó lo peor y se quedó allí parado mientras varios pensamientos bastante lúgubres pasaban por su cabeza. Observó aquel lugar y avistó algunas lanzas muy rudimentarias pero muy bien afiladas. La idea del suicidio apareció de la nada como una opción lógica. “Me mataré antes de hacerle algo a estas chicas” pensó para sí el gear.
Sin dudarlo empezó a correr hacia las lanzas para clavarse una en la garganta. Sus movimientos eran lentos por las costillas rotas y la espalda destrozada por el peso de Skorge cuando lo usó como asiento. El sucesor de RAAM lo alcanzó y lo volvió a llevar al mismo sitio. Le arrancó la armadura bruscamente, provocándole más heridas profundas y lo empujó violentamente hacia las dos mujeres.
“-Hazlo, no te preocupes -dijo una de ellas. ¡Hazlo o será peor!”
“-¿Peor? ¿Qué puede ser p…?”
Skorge aplastó la cabeza de la que había hablado aburrido por no ver el espectáculo que esperaba. Tai comenzó a llorar desconsoladamente.
“-Hazlo, todavía puede ser mucho peor -imploró la que quedaba viva.”
Tai sintió una presión en el corazón. Skorge lo empujó hacia un lado y se acercó a la mujer. La mente de Tai se hizo añicos.