Os presentamos un relato corto del Gears Of War basado en la campaña del primer juego de la saga.
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Despertó de su inconsciencia en una habitación tan oscura que daba igual si mantenía los ojos abiertos o no. La espesa negrura se filtraba en su corazón como el más cristalino terror que jamás había sentido. Sus inconstantes latidos se acompasaron al ritmo de la respiración tan pesada que estaba oyendo. Tenía que ser un enemigo, tenía que ser un locust.
Estaba seguro de que la larva lo estaba viendo a él pero el soldado de la CGO era incapaz de ubicar a la bestia por su respiración. Mareado por el impacto que sufrió cuando se estrelló el Raven que lo transportaba con su pelotón a la primera línea de batalla en la barricada este de Tyro, no contaba con todas sus capacidades sensitivas.
No sabía si sus otros compañeros también habían sido secuestrados y estaban allí con él. No sabía si, en el supuesto caso de que estuvieran en esa misma habitación, estaban conscientes y preparados para luchar por salvar su vida. Determinó que tenía que actuar suponiendo que estaba solo.
El miedo le impedía concentrarse. Varios pensamientos se cruzaban por su mente sin que pudiera detenerse en uno de ellos. No terminaba de entender por qué seguía vivo. En estos catorce años de conflicto con la Horda Locust no había trascendido ni una sola información que indicase que los locust hacían prisioneros. De hecho, pisar la cabeza de los gears malheridos o inconscientes era un acto delicioso para las larvas.
De repente, la respiración se acercaba lentamente. El humano se tocó el cuerpo. Tenía su armadura pero no su lancer. Se llevó la mano derecha a su bota izquierda y sacó una afilada cuchilla que los locust habían pasado por alto. Si no mataba a aquella bestia de un solo golpe, estaría perdido. Aceleró su respiración y la entrecortó para mostrar un mayor miedo al enemigo del que en realidad tenía, esperando que se confiase y cometiera algún error.
Sin esperarlo, sintió la respiración de la larva. Un espantoso olor a mierda podrida bañada con azufre sacado del mismo culo de Satanás le indicó que tenía la cara del enemigo justo enfrente de la suya. Cerró los ojos, agarró la cuchilla con las dos manos y la hundió en una parte del cuerpo del locust. La movió frenéticamente en círculos para agrandar la herida hasta que pasados unos segundos la larva se desplomó encima de él.
El gear se levantó rápidamente y comenzó a buscar una salida de aquella habitación del pánico palpando con sus manos. Después de llevarse varias hostias con el mobiliario de la estancia, encontró un picaporte. Posó su oreja en la puerta durante varios minutos. No había sonido alguno. Abrió. Una tenue iluminación fue percibida por sus ojos. Ya podía ver. No quiso volver la vista atrás. Aunque si lo hubiera hecho hubiera visto varios cadáveres humanos.
No sabía en qué lugar de la hondonada se encontraba. Pensó que no estaría muy lejos de la superficie suponiendo que aquel locust que acababa de matar no habría querido cargar un largo camino con él a hombros. Se preguntó si su secuestro se debía al sadismo de aquella larva o si respondía a una orden de las altas esferas de poder de la Horda locust.
Sacudió la cabeza para desterrar aquellos pensamientos por el momento y, basándose en la más básica lógica, comenzó a correr hacía arriba. Tras más de cinco horas de caminata, en las que tuvo que perder mucho tiempo escondido esperando a que las larvas que por allí andaban se fueran para evitar un conflicto abierto, llegó a una planicie desde la que se veía la luz del sol. Ya casi estaba. Comenzó a recorrerla y al cabo de unos minutos escuchó un intenso jaleo proviniente de niveles inferiores.
Se tumbó en el suelo y reptó hasta que pudo asomarse a ver lo que pasaba. Pudo observar a cientos de locust entre los que destacaba el General RAAM. El gear pensó que el líder militar de las larvas era imponente y sintió un respeto hacia él por el que inmediatamente se sintió culpable. Con sorpresa vio como dos larvas llevaban a rastras a un compañero de la CGO y lo postraron ante RAAM, que sin mediar palabra le descerrajó un tiro en la cabeza. “¿Para eso me secuestraron? ¿Para satisfacer las ansias homicidas del puto General RAAM?”
El soldado se retiró para alcanzar de una vez la superficie. Corrió hacia la luz y cuando la alcanzó comprobó que la luminosidad estaba producida por bombillas. Pero lo peor, algo que le hundió en la miseria, fue ver a decenas de humanos encadenados trabajando como esclavos para las jodidas larvas. Cuando lo vieron aparecer, los humanos se abalanzaron hacia él pidiéndole ayuda desesperadamente.
Una mujer morena había conseguido soltarse de las cadenas y se acercó hasta el soldado. Le dijo que sabía dónde estaba la salida y que además sabía cómo volver para rescatar a los demás. El gear entendió la propuesta de aquella chica. “No podemos llevarnos a todos porque llamaríamos la atención de los locust y nos cogerían antes de que pudieramos salir. Lo mejor será volver con ayuda.”
El soldado preguntó el nombre a la que iba a ser su guía para escapar de allí. “María Santiago” respondió la mujer. Que inmediatamente se dio la vuelta y comenzó a correr en dirección a la salida. El soldado la siguió preguntándose cómo había podido librarse de las cadenas. En poco más de 10 minutos estaban fuera tras recorrer a gatas unos tuneles usados por infames.
La alegría les duró los mismos segundos que tardaron en ser rodeados por 4 reavers que llevaban a varios theron en sus lomos.