Relato corto sobre la creación de los refugios de la saga Fallout. ¿Se construyeron para salvar a la población de una ataque nuclear o más bien...?.
Más historias en la categoría Editorial
- ¿Necesitamos más juegos de Transformers? Rotundamente, sí
- Los Remakes y Remasters se han posicionado en la industria ¿son realmente necesarios?
- 343 Industries estaba destruyendo Halo y no lo sabíamos
No te pierdas nada y ¡Síguenos en Google News! |
Oficinas de Vault-Tec. Washington EEUU 2060
El Gobierno de los Estados Unidos de América había encargado a Vaul-Tec la construcción de decenas de refugios anti-nucleares para calmar los ánimos de una asustada población que observaba con terror la escalada armamentística mundial, y la erosión día tras día de las relaciones diplomáticas entre la nueva potencia mundial, la República Popular China, y su país cada vez con un poder imperial de menos alcance pero con los suficientes recursos como para hacerse respetar ante los comunistas.
Johnson, uno de los ingenieros que se encargaban del diseño de estos refugios, se llevaba preguntando desde el primer día en que empezó con este proyecto porqué iban a construir tan pocos, apenas más de 100 con una capacidad de 50 personas cada uno para un país con una población de 250 millones de habitantes. Pensaba que se escogerían a los agraciados mediante un sorteo y preveía que habría unos brutales altercados provocados por la desesperación de la gente que tuviera que quedarse fuera de ellos.
“-Johnson, dirígase ahora mismo a la sala de juntas, el presidente Stanislaus Braun quiere hablar con los trabajadores de niveles 4 y 5.”
Braun era el presidente de las industrias Vault-Tec y una eminencia científica. Existían rumores de que estaba trabajando personalmente en un proyecto para crear vida en un lugar arrasado por el apocalipsis nuclear aunque ni una sola prueba que lo demostrase había salido a la luz.
Johnson llegó a la sala de juntas, el ambiente era distendido ya que la mayoría de los que estaban allí eran ingenieros o ejecutivos que habían estudiado y trabajado juntos durante años, casi se podría decir que eran amigos entre todos. Stanislaus Braun llegó con un semblante serio y acompañado por dos agentes federales, “como buen alemán” pensó Johnson sin saber todavía que las palabras que iba a pronunciar el presidente de la compañía lo destrozarían por dentro.
Vengo a darles un mensaje muy importante que cambiará radicalmente la perspectiva con la que afrontan el proyecto de los refugios a día de hoy. Después de que me escuchen volverán a sus puestos y desarrollarán el trabajo que se les encomendará sin rechistar. No quiero oír ni una sola queja. Si tienen una duda se la guardan hasta que estén muertos.
Johnson pensó que al gobierno le había entrado prisa y esperaba un anuncio de aumento de horas extras sin remunerar.
Como ya se habrán imaginado, los refugios no son para salvar a la población de las bombas, ya que en ellos no cabe ni el 1% de los ciudadanos que malviven dentro de nuestras fronteras. Los refugios van a servir como experimentos sociales para conocer profundamente las reacciones humanas en condiciones que podrían producirse al llevar a pequeñas comunidades a otros planetas, que es donde los trabajadores de niveles 4 y 5 de nuestra empresa junto con miembros destacados del gobierno nos iremos cuando estallen las bombas.
Los que sean seleccionados para entrar en los refugios sobrevivirán a las bombas pero serán sometidos a pruebas que en ocasiones no se podrán diferenciar de las más crueles torturas. Ustedes van a tener que diseñar esas cámaras donde se desarrollará este experimento. A mi y al presidente de esta gran nación no nos importa que sus absurdos e inútiles principios morales les impidan diseñar y construir lo que les estoy pidiendo. Lo harán.
Johnson miró el calendario para comprobar que no era el Día de los Santos Inocentes. No podía creer lo que oía. Las preguntas se le iban agolpando en su mente pero una sensación le aconsejaba que era mejor que no abiera la boca.
Yo no puedo hacer eso señor Braun, ¡es inhumano! Entré en este proyecto para salvar vidas, ¡no para torturar ni encerrar a nadie sin su consentimiento! – exclamó Aiden García, un informático de nivel cinco.
Quién piense como el señor García, que lo diga ahora. Es el momento para abandonar este proyecto, más adelante ya no habrá vuelta atrás, avisó el presidente de la corporación.
De las cincuenta personas que había, nadie quería trabajar en este proyecto, pero solo cinco levantaron la mano. Stanislaus Braun asintió y sus dos acompañantes sacaron sus pistolas y ejecutaron delante de todos a los cinco que levantaron la mano y a Aiden García.
Inmediatamente, los agentes federales procedieron a sacar los cuerpos y el presidente de Vault-Tec empezó a repartir los documentos en los que cada uno tenía que trabajar. A Johnson, que no fue capaz de levantar la mirada cuando su jefe pasó por su lado dejando caer unas hojas grapadas, le tocó el Proyecto Refugio 111. Debía diseñar los planos de cámaras criogénicas con el fin de saber cuánto aguantaba el cuerpo humano congelado. Se tocó el pecho, iba a trabajar en unas modernas lápidas en las que morirían aquellos que entrasen en ellas, incluso niños. Sintió ganas de vomitar.
Se retiró a su despacho pensando si no era mejor morir que convertirse en un asesino. Pensó en cómo podría huir con su familia. Si merecía la pena morir intentando asesinar a Braun. Si la muerte de Braun significaría el fin de este macabro proyecto. Cómo filtrar esta información a la prensa sin ser descubierto. Ensimismado en estos pensamientos, no notó la presencia de Stanislaus Braun.
¡Johnson! Estoy aquí para agradecerle su fidelidad y lealtad a su empresa y a su país. Además quisiera informarle de que no se le permitirá salir del edificio hasta que no culmine su trabajo. Hemos habilitado todo lo necesario para que no eche de menos su hogar en el ala este. No se preocupe por su familia, están disfrutando de unas vacaciones pagadas por la empresa. Podrá reunirse con ellos y ponerse a salvo de las bombas en cuanto acabe lo que se le ha encargado. Buenos días.