En medio de la dictadura de Metacritic reivindicamos la posibilidad de que nos gusten los juegos imperfectos, malos y desastrosos.
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Iba a empezar este editorial hablando de una de las escenas más tiernas del Ed Wood de Tim Burton, en el que Martin Landau en el papel de un viejo y enfermo Bela Lugosi, tiene que interpretar su propia muerte a manos de un pulpo de gomaespuma que ha de mover él mismo, pero no lo haré. Me repatea sobre manera aceptar la dependencia entre cine y videojuegos, pero lo cierto es que tampoco es necesario remitirnos al cine para encontrar múltiples ejemplos en los que desacomplejadamente mucha gente adora los productos «malos», cutres, y de baja calidad, sin necesidad de ironía alguna. Libros de aeropuerto, muebles de Ikea, prensa del corazón, realities, cuadros horteras, el mundo está lleno de gente que adora las cosas que los entendidos aborrecen, pero en los videojuegos esto no parece ser así, y salvo algunas excepciones las malas críticas conducen al vapuleo público, y las bajas ventas de forma irrevocable.
Los juegos de tu infancia puede que no fueran tan buenos
Cuando eres niño juegas a lo que puedes más de a lo que te gustaría, y tu capacidad de decisión está limitada por tus padres. En los lejanos noventa nuestra única referencia era alguna revista, normalmente de la cuerda de la consola que tenías, y tampoco nos tomábamos demasiado a pecho la diferencia entre un 74 y un 89. Ya de mayor he descubierto con absoluto estupor que algunos juegos que yo recordaba maravillosos al parecer no lo eran tanto. Parece que el juego de Predator 2 era bastante malo, y qué Mcdonald’s Global Gladiators (!!) no fue un éxito a nivel mundial. Ni siquiera los juegos que recuerdo puntuar bien en las revistas, como el maravilloso Alisia Dragoon partieron la pana en las listas de ventas, y permanecen hoy bastante olvidados apareciendo si acaso en los últimos puestos de listas con decenas de juegos.
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Por supuesto que jugué a algunos verdaderos clásicos atemporales, y me gustaban por lo general, aunque no termine de saber por qué es tan grande la diferencia cualitativa entre Dynamite Heady y el viejo Cosmic Spacehead, una maravillosa aventura gráfica de la que hoy pocos se acuerdan. Algunos de estos juegos son reivindicados aquí y allá, pero están perdidos en la historia y destinados al anonimato. Puede que mi educación videojueguil no fuera la mejor, no jugué solo incunables, y me divertí de lo lindo con juegos que seguramente eran vilipendiados o ignorados. Eso explicaría muchas cosas, porque me sigue pasando. ¿A vosotros no?
Demasiado humanos
Too Human, Sea of Thieves, The Order, Fallout 76, Ryse: Son of Rome, Mass Effect Andromeda, No Man’s Sky… son solo algunos ejemplos. Todos los años hay víctimas de Metacritic, el agregador de críticas de entretenimiento audiovisual, que nos mantiene presos de una forma que no consigue, ni con música, ni con cine, ni con televisión. Todos estos juegos tienen fallos, es posible que sean malos, probablemente alguno es verdaderamente horrendo, pero de alguna manera todos han logrado reunir a cierta comunidad alrededor, también han sido el hazmerreir del mes de su lanzamiento, algunos lo son aún años después.
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Deadly Premonition es un juego mediocre, con un control terrible, animaciones bizarras, y técnicamente ajado desde su lanzamiento. Deadly Premonition pasó por lo que se ha venido en llamar un «development hell», y llegó incluso a cancelarse cuando recibía el nombre de Rainy Woods. Deadly Premonition es una joya, que sigue pareciendo atroz a muchos y con mucha razón, pero que solo recordamos porque al hoy especialista en crítica sobreactuada, Jim Sterling se le ocurrió la boutade de ponerle una nota perfecta a un título así. El mundo volvió la cabeza y algunos supieron ver una atmósfera única en aquel desastre técnico, remedo paródico de Twin Peaks. No os pido que nos convirtamos en Jim Sterling, no todos tenemos acceso y obligación de enfrentarnos a un número equis de juegos al mes que evaluar y puntuar, pero probablemente es urgente que nos calmemos un poco. Es urgente que empecemos a regirnos por nuestras propias manías a la hora de elegir un juego, y seguramente es urgente que muchos reconozcamos sin rubor que nos gustan los juegos malos, y las pelis de tarde en nuestro sofá de Ikea. Tenemos mal gusto.