El Reino Unido rechaza legislar para proteger los juegos retirados, y la preservación vuelve a quedar en manos de las empresas.
Más historias en la categoría Noticias
- Todos los juegos anunciados para Xbox en el PC Gaming Show
- Ubisoft+ Premium incorpora los primeros juegos de Activision
- Silent Hill 2 en Xbox: así se comporta Series X frente a Series S
| No te pierdas nada y ¡Síguenos en Google News! |
El debate sobre el futuro del videojuego digital ha vuelto a encenderse. Todo comenzó con Stop Killing Games, una campaña nacida de la frustración de miles de jugadores que han visto cómo títulos que compraron desaparecían para siempre tras el cierre de sus servidores. El movimiento consiguió algo histórico: llevar la discusión al Parlamento británico. Pero el desenlace no ha sido el esperado.
Tras el debate celebrado el 3 de noviembre, el gobierno del Reino Unido ha decidido no intervenir ni crear leyes que obliguen a las compañías a mantener activos los juegos en línea. En otras palabras, seguirá siendo decisión de cada empresa cuándo un título deja de estar disponible, aunque los usuarios lo hayan comprado legalmente.
El mensaje del Gobierno británico: “No compramos juegos, los licenciamos”
El Ejecutivo fue claro en su postura. Según su comunicado, los videojuegos “son servicios dinámicos, no productos estáticos”, y mantenerlos activos de forma indefinida “supondría un coste inasumible para las compañías”. Una explicación que, aunque tiene cierto sentido técnico, deja a los consumidores sin herramientas para defender lo que compran.
Lo más polémico fue la afirmación de que “los videojuegos nunca se han vendido realmente”. Según el Gobierno, los jugadores solo adquieren una licencia temporal de uso, válida mientras el servicio siga activo. En otras palabras: no somos propietarios de los juegos digitales que compramos, sino simples usuarios con permiso para jugarlos mientras la empresa quiera mantenerlos disponibles.
El debate sigue abierto: ¿derecho de acceso o negocio cerrado?
Aunque el gobierno británico ha instado a las compañías a comunicar con mayor transparencia los cierres y retiradas, la decisión de no legislar deja la puerta abierta a que cada editor haga lo que considere oportuno. Esto ha reavivado el debate sobre la preservación del videojuego como bien cultural, y sobre si el jugador debería tener derecho a conservar aquello que compra.
Mientras tanto, Stop Killing Games continúa creciendo como movimiento simbólico, recordando que el problema no es solo perder acceso a un título, sino la falta de garantías sobre lo que significa comprar digitalmente. En una industria cada vez más conectada y dependiente de servicios, la gran pregunta es inevitable: ¿cuánto tiempo seguiremos “poseyendo” nuestros juegos antes de que desaparezcan para siempre?


