Escuchad la historia de Doom Slayer, porque pronto traerá el infierno y el sufrimiento eterno a vuestra puerta, a todo aquel que ose interponerse en su camino.
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Hay un dicho que dice todo tiempo pasado fue mejor. ¿Y sabéis que? ¡Me niego a creer en semejante falacia! Odio la nostalgia, porque eso puede conducirnos a la resignación y el conformismo. Sin innovación no hay futuro. Ahora bien, también es indispensable no perder nuestra esencia, ya que constituye la naturaleza de todas las cosas; es aquello que nos caracteriza, aquello que nos hace ser conforme somos.
Lo que está claro es que los años noventa fueron una época esplendorosa para este marine espacial. Me convertí en el conserje de la violencia, en el adalid de la destrucción masiva y el amanecer rojo. El placer de matar me llenaba de orgullo y satisfacción. Nada ni nadie podía detenerme. No era temido por toda criatura viviente porque tuviera a mi disposición todo el armamento que el ser humano ha concebido en su larga historia. Ciertamente, tener esto último puede suponer la peor de las pesadillas. ¿Quién no se cagaría en sus pantalones si supiera lo que se le viene encima?
Sin embargo, eso por sí solo no habría sido suficiente si estas herramientas hechas para la destrucción a mansalva fueran usadas por manos menos capaces. De hecho, solo hay una razón por la que la escopeta de doble cañón, por ejemplo, es tan letal en las distancias cortas. Soy el más fuerte y mis habilidades exceden a las de cualquier otro soldado convencional. Es posible que mis enemigos tomen todas las precauciones posibles en contra de mi habilidad con las armas, pero eso no basta. Incluso si estos actuasen coordinados los unos con los otros y el propio escenario jugase en mi contra, mi determinación sería capaz de superar todos estos escollos.
Por desgracia, fui víctima de la experimentación y terminé olvidando parte de mi propósito en la vida. Gritos de dolor y terror inundaron todo mi ser, y pese a que el mal seguía estando presente, este nubló parte de mis capacidades. Me sentía limitado, de modo que muchas veces no podía esquivar los ataques enemigos. Caí en la oscuridad y desde entonces… no he vuelto a ver la luz.
El mecanismo de la caída y su regreso
Estaba enfermo y pasaba noches enteras bebiendo vodka de huesos ahumados. Mientras, el resto de contendientes manifestaban una metamorfosis con el fin de captar todas las miradas alrededor del mundo, aunque a costa de perder parte de su esencia. Yo rechacé todas esas propuestas. En vez de eso, elegí algo distinto. Elegí formar parte de la lista de espera. Podía esperar sentado, porque unos pocos afortunados alcanzaron el éxito de alguna manera u otra para luego olvidar su verdadero nombre.
Por suerte, no hace tantos años que tuve una oportunidad única para mí. Recibí una llamada a media tarde que me invitaba a ser el portador de la destrucción. Y yo, aunque dubitativo a las primeras de cambio, aguardé unos segundos a la espera de una explicación que justificara esta bella propuesta. Una propuesta que mezclaba elementos clásicos de mis primeras aventuras con otros más modernos en un desafío de dar frenesí. Al final, comencé a sentirme embriagado por una energía que no solamente reintegraba toda mi fuerza y poder de antaño, sino que, además, notaba un aura aún mayor del que ya disponía tras entrar en contacto con este nuevo escenario.
Podía sentir la misma progresión cuando me hacía a las armas. El conseguir nuevas y poder mejorarlas para destrozar a mis enemigos resultaba tan divertido como hacía 20 años. La sensación de hormigueo en el cuerpo, para muchos una sensación incómoda y quizá fruto de la decadencia para con las mentes más débiles, me hacía más poderoso en el fragor de la batalla. Esto hacía posible moverme a placer. Era frenetismo en su máxima expresión. La sangre recorría cada parte de mi ser y cada muerte era un regalo para toda la vida. Volvía a sentir el peso en las manos, sentía vida de nuevo en mí en los albores del infierno. La modernidad no bastaba para que la fórmula no se resintiera. Estaba dispuesto a completar la tarea que se me había encomendado. Yo era invencible, y aunque llegase el día en que quisiera morirme, sabía que eso ya sería imposible.
¿Es eterno el infierno?
Fue una experiencia inolvidable, un viaje retrospectivo hacia los orígenes de una pasión que creía haber olvidado, pero con una nueva capa de pintura. La espera había merecido la pena. Recibí un sentido homenaje y quedé a la espera de una nueva aventura que me dejara las manos manchadas de sangre. Una espera que, afortunadamente, no se convirtió en un largo letargo.
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Tanto es así que pronto traeré el infierno a vuestra puerta, a todo aquel que ose interponerse en mi camino. Y ni la muerte podrá detenerme, porque yo soy eterno y mi nombre es Doom Slayer.