The Town of Light es la crónica de un juego que quería ser de terror y se quedó en simulador de paseo. Su historia te sobrecogerá, sin duda, pero carece de sobresaltos, de acción y tampoco genera tensión en su gameplay.
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La ciencia avanza que es una barbaridad. Durante el siglo pasado cogió carrerilla y en el actual ya ni qué decir tiene. Los descubrimientos científicos se suceden continuamente y en la mayoría de los casos, mejoran progresivamente nuestra calidad de vida y sirven incluso para engrasar el complejo mecanismo funcional de nuestra sociedad actual. Vivo reflejo de esto es el funcionamiento de los hospitales de hoy en día comparados con los de hace cien años. Lo mismo sucede en el campo de la mente. La psicología actual está a años luz de la que se ponía en práctica durante la primera mitad del siglo pasado. De hecho, los centros psiquiátricos de aquella época se podían considerar casi como mataderos, en comparación con los de nuestros tiempos.
Lobotomías oculares, trepanaciones, tratamientos con electrochoques, aislamientos forzados sin garantías salubres, hacinamientos, propagación de enfermedades venéreas y de distintas índoles, métodos de contención violentos, nutrición inadecuada, personal sin preparación y demás salvajadas se llevaban a cabo tanto por desconocimiento como por falta de recursos. La llegada de la Segunda Guerra Mundial tampoco contribuyó a que los pacientes gozasen de mejores tratamientos, sino todo lo contrario. La vida en una de estas instituciones era el vivo reflejo, concentrado, de una sociedad enferma que trataba de purgarse a base de jarabe de bala.
Y, precisamente, en ese mismo contexto transcurre una de las capas narrativas de The Town of Light. El símil de la cebolla le viene como anillo al dedo a este juego porque navegaremos entre cordura y locura, y entre el pasado y el presente a cada paso que demos. Descubrir la verdad requerirá que arranquemos cada una de esas capas para poder quedarnos con el corazón del fruto, con lo que realmente pasó en ese vetusto manicomio de la Toscana italiana, donde alguien muy cercano a la protagonista pasó sus días. Nos adentraremos, pues, en las tripas en ruinas de un edificio en el que, por descontado, no quedó un poso de buenas vibraciones tras su cierre.
The Town of Light nos enseñará la auténtica naturaleza de un manicomio - ¡Comparte!
Como jugadores, no tendremos demasiadas pistas sobre las motivaciones que nos han llevado a visitar el sanatorio. Tampoco sabremos quienes somos con exactitud. En ese caso, solo nos quedará la opción de armarnos de valor y bucear entre sus pasillos en busca de información que nos ayuden a esclarecer todos los interrogantes. Tarea nada fácil si tenemos en cuenta que estaremos solos e indefensos. La premisa puede recordar a títulos precedentes como Outlast, pero os aseguramos que no tiene nada que ver con la niña bonita de Red Barrels. The Town of Light tiene otro ritmo, otra mecánica y cuenta otro tipo de historia.
Apartado Técnico
Para comenzar, nos gustaría hacerlo por el detalle más desquiciante de la aventura, que en concreto son los tiempos de carga. Son demenciales por lo largos que son. Arrancar la partida o cargarla desde el último punto de control exaspera hasta límites insospechados, ya que puede superar los cuatro minutos. Por suerte entre capítulos no hay transiciones, con lo que las pantallas de carga solo aparecerán si cierras el juego y lo vuelves a retomar más adelante.
Lo que nos llama la atención es que un juego que contiene texturas tan irregulares, elementos en dos dimensiones y una carga gráfica tan modesta, requiera de tiempos de carga tan elevados. Y es en exteriores cuando más destacan las carencias técnicas del juego. Las ramas y la vegetación están hechas en 2D, y nos hemos encontrado con texturas y colores planos en la hojarasca y en elementos decorativos, además de un sombreado irregular y en ocasiones ausente. Por no hablar de los molestos bajones de frame rate que, aunque puntuales, pueden llegar a congelar la pantalla durante un par de segundos. Tampoco podemos olvidarnos del popping, que se manifiesta no solo en el horizonte sino que también hace acto de presencia en la corta y media distancia.
A nivel sonoro también hemos encontrado carencias en cuanto efectos. Por poner un par de ejemplos, empujamos un columpio oxidado cuyos goznes no emitían el típico chirrido y las bisagras de las puertas del manicomio no crujen, como suele suceder en los edificios antiguos o abandonados. Esto, sumado a los problemas técnicos, acaban pasando factura a la capacidad de inmersión y credibilidad de un título que habría ganado un par de enteros si hubiese trabajado más estos aspectos. No obstante, las melodías son inmejorables y consiguen levantar un apartado sonoro que de otro modo habría resultado regulero. Las voces están en inglés y en italiano. El empleo de esta última lengua es lógico debido a que el manicomio está ubicado en plena campiña italiana. Pero los que no tengan buen dominio de estas lenguas no deben preocuparse porque todos los textos del juego están perfectamente doblados al español.
También en la parte positiva de la balanza ponemos las escenas de transición, elaboradas con dibujos en blanco y negro, que plasman a la perfección el insano ritmo de vida que se llevaba entre aquellos muros, y los claroscuros de unas mentes desequilibradas que sobrevivían como podían en un entrono tan hostil, con sus limitaciones perceptivas e intelectuales. Además, el sanatorio en sí acaba convertido en un personaje más de la historia, el cual parece mutar en una bestia informe que nos engulle y nos digiere a medida que avanzamos a través de unos pasillos que parecen tener vida propia y que palpitan, tal y como lo harían las paredes del intestino de una bestia depredadora.
Jugabilidad
El estudio define a su propia obra como “una nueva propuesta de terror psicológico en primera persona” pero, siendo honestos, os aseguramos que esta acepción es diametralmente opuesta de lo que el juego ofrece. Nos lo hemos pasado dos veces y os garantizamos que no nos ha provocado ni un solo sobresalto y que no hemos pasado miedo en ni uno solo de los pasajes de The Town of Light. Contiene imágenes grotescas, durante los flashbacks y escenas de transición, y el entorno es siniestro por encontrase en ruinas, pero de ahí al susto hay un trecho que el juego no consigue alcanzar en ningún momento.
Solo su escena final consigue estremecer por lo que le sucede a Renee, la chica de 16 años cuyo pasado hemos venido a descubrir. Y, claro, una única cinemática de diez minutos de duración no es capaz de convertir a este simulador de paseo en un survival horror o en un juego de terror como mandan los cánones. En todo el recorrido lo único que haremos es buscar y leer documentos que nos aclaran el pasado de los personajes principales. No combatiremos con enemigos ni tendremos que resolver puzzles. Todo se resume en ir de un lado a otro para encontrar información y poco más. Encima la acción transcurre en pleno día y, seamos sinceros, aunque esto lo aleje del típico cliché de “edificio abandonado por la noche”, le priva de esa atmósfera terrorífica que inocula la nocturnidad.
Jugarlo, por tanto, no supone ningún reto ni requiere que el usuario sea hábil. Sí, en cambio, exige un cierto nivel de perspicacia, puesto que no siempre se nos indica qué es lo que hay que hacer a continuación y, aunque el sanatorio no es excesivamente grande, sí que es fácil perderse por sus pasillos, con lo que también se hace necesario que afilemos nuestro sentido de la orientación. Por último, decir que, aunque realmente sea un simulador de paseo, The Town of Light sabe captar la atención del jugador gracias a su argumento. El afán por saber más, por descubrir la verdad, será el motor que nos tenga siempre en movimiento y que nos mantendrá pegados al mando.
Duración
Según lo comentado en el párrafo anterior, uno de los alicientes de The Town of Light es el de recopilar la máxima información posible. Para ello es importante encontrar todos los documentos y recorrer todos los recovecos de la institución psiquiátrica. Aunque el juego es bastante lineal, siempre da el suficiente margen de exploración, con lo que la duración de la aventura se dilata hasta alcanzar un mínimo de 6 horas en completarlo por primera vez. Según interactuemos con diversos objetos y dependiendo de las opciones de diálogo que tomemos en determinados puntos, la historia podrá ramificarse hasta en cuatro vías de investigación diferentes, que pueden dar lugar a dos finales alternativos.
Lo que sucede es que los cambios narrativos, en estas bifurcaciones, tampoco es que sean demasiado dispares. Solo cambian un par de cinemáticas y poco más. Aún así, si eres de los que gustan de completar todos los logros de un juego, forzosamente tendrás que desbloquear todas las ramificaciones de la historia, lo cual puede alargar la vida útil del juego en dos o tres horas más. Por otro lado, el ritmo lento de caminar de la protagonista y la imposibilidad de correr, alargan innecesariamente su duración. Esto precisamente es un rasgo que suelen compartir los simuladores de paseo, y así te obligan a del paisaje.
Conclusión
The Town of Light es la crónica de un juego que quería ser de terror y se quedó en simulador de paseo. Su historia te sobrecogerá, sin duda, pero carece de sobresaltos, de acción y tampoco genera tensión en su gameplay. En ningún momento temeremos por la vida de nuestra protagonista, aunque sí por su salud mental. Los que busquen experiencias fuertes se sentirán decepcionados, pero los que disfruten de enrevesadas tramas argumentales, con tintes siniestros y basados en hechos reales, sabrán sacarle todo el jugo.
*Gracias a Wired Productions por habernos proporcionado el material para la review.