Analizamos Slipstream, un juego de carreras con una auténtica sensación retro y una apariencia que nos invita viajar atrás en el tiempo.
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Videojuegos sobre conducción ha habido cientos a lo largo de varias décadas, ya que el género de simulación de carreras siempre ha sido uno de los más importantes y populares. Tanto es así que hay muchas franquicias que han recibido una gran acogida por parte de los jugadores, y que han conseguido destacar tanto por la emoción de sus competiciones como por la capacidad de inmersión que ofrecen los bólidos, algo que ya se ha vuelto imprescindible en este tipo de propuestas.
Por ejemplo, Need for Speed fue una de las primeras en traer toda esa adrenalina, y mucho más adelante la saga Forza se convirtió en una de las mayorías referencias para con el género que nos ocupa. Si bien, hay una serie cuyo recuerdo y vigencia jugable sentó las bases de lo que estaba por llegar y que aun a día de hoy sigue siendo objeto de comentarios varios. Estamos hablando, por supuesto, de OutRun, una imperecedera recreación de mediados de los años 80 en forma de arcade de todo un conjunto de entrañables estereotipos de una añorada época que nunca volverá.
Una recreación con un impresionante legado histórico que ha influenciado a títulos como este Slipstream, de Ansdor Games, un juego de carreras con una auténtica sensación retro y una apariencia que nos permite viajar atrás en el tiempo.
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Apartado técnico
Cuando se habla de calidad gráfica, las discusiones suelen centrarse en parámetros técnicos que en muchas ocasiones poco tienen que ver con la apreciación del arte como un elemento indispensable en la experiencia que el videojuego tiene que ofrecer. Slipstream va mucho más allá de los parámetros tecnológicos, apostando por una apariencia inspirada en las imágenes de finales de los 80 y principios de los 90, y marcando una pauta a través de una variedad de lugares exóticos. Concretamente, desde ciudades y desiertos hasta montañas y playas.
La música es un elemento esencial a la hora de experimentar los videojuegos. No sólo potencia aquello que vemos en pantalla, sino que se nos transmiten emociones, diversión y hasta una identidad que va más allá de lo visual. No solo durante las partidas, que también, sino en lo que respecta a evocar esas sensaciones que tenemos a los mandos. Y juegos como el que nos ocupa, tiene en su haber canciones originales que despiertan algo más que nostalgia, puesto que es capaz de retrotraernos a momentos tan especiales como concretos de nuestra historia a golpe de synth pop y jazz fusion.
Jugabilidad
Durante más de dos décadas, OutRun se ha mantenido más o menos fiel a sus principios, para lo bueno y para lo malo. Si bien, lejos de castigar lo que en esencia se trata del mismo videojuego una y otra vez, lo cierto es que se trata de una auténtica pieza de orfebrería. Una suerte de idioma propio que comparte bases entre sus diferentes entregas a la vez que usa fonemas propios para cada uno de ellos, dándose de la mano con la inmersión.
Porque Slipstream es eso y un ejercicio de historia que se hace especialmente manifiesto desde los primeros compases, dado que no hay etapa que no veamos sin que reverbere recuerdos de un glorioso pasado. Y aunque es cierto que no se disfruta tanto de esta propuesta si no se conoce su historia, la grandeza de sus legendarios momentos es un más que agradable paseo en forma de claves sencillas mientras disfrutamos de sus vehículos adaptados para la competición.
A este respecto, llevándonos hasta el límite por medio de una propuesta desafiante y emocionante en la que atravesamos bellos paisajes mientras derrapamos a más de doscientos kilómetros por hora. En Slipstream, disfrutamos de una realidad utópica donde conducir es una experiencia insuperable, pues cada curva, recta y chicane es todo un lujo, ofreciendo una densidad de acción que solo podemos encontrar en otros títulos de máquinas recreativa. Es llevar el diseño de niveles a cotas que otros juegos no pueden soñar siquiera, como si fuera parte de un mundo que otros pueden ver, pero no tocar.
Dicho de otra manera. Acelerar, frenar, girar y derrapar. No hay mucho más misterio, independientemente de que estas técnicas sencillas son más complejas de lo que parecen ser.
Duración
Sea como fuere, lo que hace Slipstream para mantenerte dentro es su estilo. Cuando lo ves por primera vez te das cuenta de que no es una experiencia de conducción convencional; no encaja exactamente dentro de los estándares. Tiene algo que cautiva, pero no sabes muy bien porqué.
Después de todo, el proceso de acabar la partida cruzando la línea de meta exige dominar las mecánicas y, sobre todo, memorizar el trazado de la carretera. No va tanto de saber girar en el momento adecuado, sino de acordarte cuando va a tocar una curva o como de pronunciada es esta.
Conclusión
Una lección importante que suelen impartir muchos juegos es la necesidad de repetición. Si bien eso puede sonar tedioso al principio, ese es el punto en muchos sentidos, dado que la mayoría de esas propuestas encuentran una manera de hacer que esta secuencia de repetición sea divertida.
Slipstream nos tiene cautivados por su estilo - ¡Comparte!Por ejemplo, Slipstream fomenta la superación personal recordando a los jugadores un mantra muy simple: la práctica hace al maestro. A este respecto, formulando una serie de objetivos que debemos tomar para lograr las recompensas deseadas. Nos animan a mirar hacia el futuro (nuevos escenarios en los que exprimir todo el potencial de nuestro motor), y seguir motivados para lograr nuestros objetivos.
Agradecemos a BlitWorks el material proporcionado para poder realizar este análisis.
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Apartado técnico80/100
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Jugabilidad85/100
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Duración75/100
Lo bueno
- Su apariencia va mucho más allá de la nostalgia
- La importancia de memorizar el trazado de la carretera
- Conducir es una experiencia a la altura del legado al que representa
Lo malo
- No aporta nada relevante que no se haya visto en OutRun