Analizamos Nightmare Boy, del estudio español The Vanir Project, un metroidvania muy jugoso, de estética gamberra, y dificultad rocosa.
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The Vanir Project es un pequeño estudio español que nos trae, con Nightmare Boy, una singular propuesta. Inspirándose profundamente en los arcade de los años noventa, y con una dificultad elevada, no se contenta con transportarnos a otros tiempos, sino que apuesta por la actualización de mecánicas aprovechándose de los avances jugables, y tecnológicos que la industria ha experimentado desde entonces. Nightmare Boy no se conforma con la nostalgia, aunque recurra a ella a varios niveles. El juego de The Vanir Project prefiere ser un pastiche acelerado de mil cosas, para conseguir su propia personalidad.
Si decides ponerte a los mandos de Billy, ese niño encerrado en el mundo de los sueños por un malvado mago almohada (!), te encontrarás con un efectivo metroidvania que bebe de piezas como Decap Attack, Cool Spot, o incluso Global Gladiators, juego auspiciado por Mcdonald’s (!!) con el que Nightmare Boy guarda más de una semejanza. Estamos ante un juego colorista, descarado, algo tontorrón en sus diálogos, rápido, efectivo, difícil, puro arcade 90’s, y con una potencia visual arrolladora. Últimamente parece que estamos en un momento dulce para la dificultad a prueba de bombas, y si Maldita Castilla, o Cuphead te parecieron retos a tu altura, no deberías perderte Nightmare Boy.
Apartado Técnico
Creado con el motor Unity, Nightmare boy es un juego más que correcto a nivel técnico, el rendimiento es estupendo, y he visto muy pocos bugs o glitches gráficos en mis más de diez horas de juego. Ahora bien es a nivel artístico donde el juego de The Vanir Project alcanza en algunos momentos la excelencia.
Hay que empezar advirtiendo que Nightmare Boy tiene una estética muy noventera, con sus colores chillones, su trazo muy marcado y grotesco, y su animación nebulosa heredera de las cabeceras de la MTV o Beavis and Butthead, y esto puede resultar abrumador para algunos.
Si los noventa son los juegos más locos de los noventa son lo tuyo, este juego te va a encantar. Hay un gusto exacerbado por lo grotesco y lo absurdo, en ese infierno de pesadilla donde transcurre la acción, encontraremos patos con dientes, esqueletos arqueros, caras espinosas de labios exagerados, y cabezas de cerdo gigantes que flotan. Todo es barroco, abigarrado, y derrocha un sentido del humor bizarro, pero además estamos ante un juego cuyos personajes están dibujados y animados a mano. No es baladí señalar que a Cuphead le haya salido un primo gamberro, puesto que el núcleo principal de The Vanir Project es de únicamente dos personas. Lástima que no todos los diseños de enemigos o personajes estén a la misma altura, creo que le ha faltado un poco de edición al juego, y haber desechado determinados enemigos que pecan de ser algo simples, desentonando con el tono general del juego.
A Cuphead le ha salido un primo gamberro - ¡Comparte!
No dejamos de lado tampoco las melodías y efectos de sonido, que son notables. Es de agradecer que se haya creado una melodía para cada zona del mapeado del juego, siendo además estas de excelente calidad, con una predominancia de los ambientes oníricos, misteriosos, e incluso de terror. Los efectos de sonido también acompañan cada uno de los micromundos encerrados en ese gran universo de los sueños.
Jugabilidad
Nightmare Boy es muy consciente de quién es en lo jugable, no inventa nada, tampoco lo pretende, pero ni mucho menos se conforma con repetir fórmulas pasadas. Este metroidvania, aúna el hit´n´run, con el plataformeo a veces frenético, pero a la vez exigirá de nosotros prudencia y algo de planificación. Cuando empezamos el juego tendremos los movimientos básicos, de todo plataformas, y un único poder además de nuestros puños, una modesta bola de fuego que nos servirá para poder liquidar a nuestros enemigos a distancia. Para usar este poder deberemos gastar una barra de «magia» que se irá recargando con el tiempo, o mediante pociones bastante escasas, que hay repartidas en el mapa.
No obstante a medida que vayamos cumpliendo determinados objetivos, o salvando a otros niños que permanecen cautivos en el mundo de los sueños, seremos premiados con más poderes y habilidades. Mención especial para el dios de los Mongos, pequeñas criaturas pacíficas que están por todas partes, que será un poderoso aliado pero que nos atizará un espadazo cada vez que matemos a uno de sus congéneres, aunque sea de forma accidental. En Nightmare Boy vamos a morir muchas, pero muchas veces.
En Nightmare Boy vamos a morir muchas, pero muchas veces, a veces tendremos la sensación que nos pasamos la mayor parte del tiempo en alguna de las oficinas de La Parca, donde podremos salvar partida, y donde reapareceremos después de cada muerte. Al acabar con nuestros enemigos, abrir algunos cofres, o simplemente recorriendo el mapa iremos recogiendo joyas con las que podremos pagar la posibilidad de salvar nuestros progresos. Si bien en un inicio esto resulta «barato», el precio de salvar partida aumenta progresivamente, y puede llegar a ser un problema según avanzamos en el juego.
Hay que decir que por descontado el control es fiable, aunque con cierta tendencia a la hipersensibilidad, algo a lo que el jugador se tendrá que acostumbrar. Sea como fuere, tu desempeño en el juego va a depender de tu propia habilidad con el mando, y vas a necesitar mucha porque el juego tiene la graciosa manía de recompensarte con el poder idóneo para haberte facilitado la zona, después de que la hayas superado por tus propios medios. Nightmare Boy es sin ninguna duda frustrante en algunas ocasiones, pero siempre rabiosamente divertido, y muy gratificante.
Nightmare Boy es sin ninguna duda frustrante en algunas ocasiones, pero siempre rabiosamente divertido, y muy gratificante. - ¡Comparte!
Duración
Ya hemos hablado en el punto anterior de que Nightmare Boy es un juego desafiante, y cabe añadir que además extenso. Ver el 100% del mapeado me ha costado más de diez horas, además de la nada desdeñable cifra de 124 muertes, y os aseguro que aún hay cofres y secretos, muchos, a los que no he podido acceder.
Además las zonas son amplias, con varias rutas para conseguir llegar a donde quieres, diferenciadas temáticamente, y muy inspiradas. Tiene una amplísima cantidad de enemigos, y su peculiar sistema de salvar partida nos asegura tener que repetir varias veces algunos de sus mundos hasta conseguir dominarlos por completo. A base de repetición y asimilación de los nuevos poderes, lo que subirá de nivel será tu habilidad en el manejo del personaje, y no el personaje mismo.
No creo que a una persona completista le llevase menos de doce horas, terminar el juego explorando todos sus secretos, y eso en un juego de corte independiente es muchísimo. Digo más, en un juego donde el principal desafío es el desarrollo de tu propia habilidad, puede ser perfectamente rejugable después de un tiempo. Sin revelar nada de su argumento, hay que señalar que el juego puede terminar de diferente manera, dependiendo de nuestras acciones, y de lo que nos empeñemos en desvelar todos sus secretos.
Conclusión
Yo empecé a jugar a videojuegos a finales de los años ochenta, viví una época donde no podíamos acceder a tantos juegos, y probablemente haya ahora mismo en el disco duro de mi One el triple, o incluso más juegos de los que pude probar de niño. Aun así, a base de alquileres, cambios y préstamos pude probar algunas joyas que, de no ser por la picaresca juvenil, se hubieran quedado en las estanterías.
Nightmare Boy es un canto de amor a esos juegos, los que por ser un tanto raros, o poco aptos para el gran público, no se acabaron convirtiendo en los estándares de su género. Nightmare Boy hubiera sido en aquellos tiempos un juego inabarcable para mi, por su dificultad y extensión, pero un juego que seguro llevaría hoy aun en la memoria.
Es cierto que los diálogos son un poco tontorrones, aunque también podemos ver ahí un pequeño guiño al pasado. No obstante el argumento está bastante elaborado, sus personajes tienen el suficiente carisma, y presenta la suficiente variedad para asegurar que no es un aspecto descuidado en absoluto.
Lo que te vas a encontrar aquí es un juego hecho con cariño, de forma muy artesanal, de buen control, y una personalidad ética y estética desbordante. Es curioso que haya coincidido en el tiempo con el fabuloso Cuphead, con el que tiene varios puntos en común, salvo que si aquel es como un comic de Don Mickey, aquí estamos ante un cruce entre las viñetas atestadas de punkis, y ratas fumando de Ibañez, y los comics underground de El Vibora. ¡No dejes que muera el arcade gamberro, apoya la artesanía!
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*Nota: Agradecemos a Badland Games el código del juego y material para esta review.