Analizamos Dying Light: The Beast un juego que es mucho más que una expansión, se trata de un nuevo paradigma en la franquicia que tendrás que descubrir.
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Lo nuevo de Techland llega cargado de sorpresas. Dying Light: The Beast iba a salir como una simple expansión, pero basta con jugar un par de horas para ver que estamos ante un título completo en toda regla. Tras el retraso de agosto, finalmente lo tenemos aquí este mismo 18 de septiembre, un día antes de lo que se esperaba, y lo cierto es que la espera ha merecido la pena, aunque al principio tenías dudas, pero todas ellas han quedado despejadas.
La fórmula es la de siempre, pero con giros interesantes. Zombis, parkour, crafteo y la tensión de las noches (ya sabéis de qué hablo) vuelven a ser la base de un juego que, sin querer cambiar demasiadas cosas ni hacer inventos, funciona de maravilla. Y si además eres fan de la saga, aquí vas a encontrar justo lo que buscabas: acción gore, un mundo abierto variado y un protagonista que vive atrapado entre lo humano y lo monstruoso.
Apartado técnico
El juego se ve y se mueve muy bien. Visualmente, no sorprende tanto como lo hizo en su día el primero o su secuela, pero cumple de sobra. La iluminación sigue siendo uno de sus grandes puntos fuertes: recorrer Castor Woods al atardecer o ver cómo las linternas atraviesan la oscuridad por la noche es brutal. Como digo, no es un apartado visual que apabulle, pero Techland sigue haciendo magia con su motor gráfico y consigue darnos un juego con buen acabado visual y que se mantiene estable en casi todo momento, salvo algunas pequeñas caídas que pueden ocurrir en algunos sitios dependiendo de la acción o los movimientos. Si bien esto no emborrona la experiencia y se puede solucionar con algún parche futuro.
Los escenarios tienen mucho detalle, desde pueblos turísticos abandonados hasta zonas industriales y pantanos. Es un mundo abierto, grande y bastante variado (no es el mapa de Red Dead Redemption 2 de grande), con zonas y biomas bien diferenciados que te invitan a explorarlos. Técnicamente, no es perfecto, alguna textura o animación puntual no está a la altura, pero nada que rompa la inmersión en casi ningún momento. Lo que sí se mantiene intacto es el gore: los desmembramientos, las ejecuciones y los efectos de sangre son un festival para los amantes del género. Tiene mucho, pero que mucho “ketchup” un festival para los que les encanta el gore directo y explicito.
En lo sonoro, todo acompaña: la música sube en los momentos de tensión y los infectados hacen que el silencio nunca sea cómodo. Si puedes, juega con auriculares: la inmersión se multiplica cuando escuchas gruñidos a tu espalda o un grupo acercándose desde la oscuridad. Lo mejor de todo, es que Dying Light: The Beast no pierde las buenas costumbres y nos llega perfectamente doblado al español, además, con un trabajo excelente que hace que te metas más si cabe en la acción y la historia sin tener que leer mientras juegas.
Jugabilidad
Aquí es donde The Beast demuestra que Techland sabe lo que hace y que tiene totalmente controlada su franquicia y como llevarla. El parkour vuelve a ser la estrella, y sigue siendo de lo más divertido de The Beast: moverte por tejados, encadenar saltos o esquivar hordas a base de agilidad nunca cansa. Dominar el sistema es fácil al principio, pero si le dedicas tiempo puedes hacer auténticas virguerías, lo que hace que todavía se vuelva más divertido. Ya sé qué dicho así, puede sonar a más de lo mismo, pero es que si es bueno y funciona, no debería cambiarse.
El combate es más salvaje que nunca. Eres Kyle Crane (el que fuera el protagonista del primer juego), mitad humano y mitad vamos a llamarlo bestia, aunque con el avance del juego, serás mucho más… Puedes destrozar enemigos con tus armas, pero también liberar poderes brutales que cambian el ritmo de los enfrentamientos, normalmente, hacia tu lado de la balanza. Esa mezcla entre ser un humano con sus armas y combate cuerpo a cuerpo cambian radicalmente cuando entras en modo bestia, donde paso a la brutalidad, donde lo mismo rebanas cabezas que utilizas tus habilidades especiales para abrirte paso, sin duda, uno de los puntos álgidos del combate en el juego, además de poder hacerlo en cooperativo.
De día, el juego se siente más controlado, más de exploración y búsqueda de recursos, vamos, esto os debe sonar a los que habéis jugado a la saga. Pero de noche, la cosa cambia: salir ahí fuera es jugarte la vida. Es la esencia de Dying Light, y aquí vuelve con toda su fuerza. Correr, esconderte o luchar a la desesperada, tú decides. De nuevo tenemos las zonas oscuras, deberemos usar el sigilo y la luz ultravioleta si queremos conseguir las mejores recompensas, a cambio de meternos en lugares llenos de infectados. Además, vuelve el crafteo, tan importante como siempre. Armas, mejoras y objetos que puedes fabricar con lo que encuentras, y que resultan clave para sobrevivir. Y si lo tuyo es cooperar, el modo para hasta cuatro jugadores multiplica la diversión: compartir progresos, luchar codo con codo y salvarte entre amigos da al juego una vida extra que engancha.
Duración
Terminar la campaña principal lleva más de 23 horas, pero el juego está pensado para dar mucho más de sí. Entre explorar Castor Woods, mejorar armas, completar misiones secundarias y jugar en cooperativo, el contenido se dispara. Si te enganchas con amigos, las horas vuelan. No es un juego corto ni de usar y tirar: tiene la envergadura de un título completo, aunque en su origen se pensara como una expansión.
También añadir, que conociendo a Techland y su apoyo constante a sus juegos, vamos a tener en los próximos meses mucho más dentro del propio Dying Light: The Beast.
Conclusión
Dying Light: The Beast es todo lo que un fan de la saga puede esperar… y un poco más. No revoluciona su propia fórmula, pero hace que cada elemento conocido vuelva a funcionar como el primer día: parkour ágil, combates sangrientos, zombis que nunca sobran y un mundo abierto lleno de rincones que explorar.
Visualmente, cumple, en lo jugable engancha y la historia de Kyle Crane atrapado entre dos mundos, el humano y el de la bestia, lo que da un trasfondo que aporta frescura a la saga. No es perfecto, ya que quizá algunos jugadores le pueden pedir más novedades, pero es un título que se mantiene sólido de principio a fin y lleno de contenido que demuestra que Techland sabe mantener vivo su universo.
Y lo mejor: si disfrutas de jugar en compañía, el cooperativo lo convierte en una experiencia todavía más grande. Así que si lo tuyo son los zombis, los mundos abiertos repletos de acción y gore, ya puedes ir apuntando este nombre: The Beast ha venido para quedarse.
Agradecemos a Techland el material ofrecido para realizar este análisis.
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Apartado Técnico87/100
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Jugabilidad90/100
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Duración87/100
Lo mejor
- Parkour ágil y adictivo, sigue siendo uno de los grandes pilares de la saga
- El modo bestia y nuestro protagonista del primer juego de vuelta
- Poder jugar solo u en cooperativo
Lo malo
- El rendimiento no siempre es estable, con caídas puntuales







