Analizamos Black The Fall, la última apuesta de Square Enix Collective, un indie decididamente orwelliano que imagina una distopía comunista.
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En este 2017, se cumplirán 70 años de la publicación de «1984», obra magna de George Orwell que re-imaginaba un futuro distópico en el que la población era constantemente controlada por el gobierno, personificado en un Gran Hermano omnipresente que no solo vaticinaba la vigilancia de estado, si no que se convertía en un magnífico ensayo para comprender los mecanismos de poder y control social desde el auge del fascismo y el comunismo hasta el día de hoy. 70 años después, la obra de Orwell sigue tan vigente que asusta, y es algo que vemos tanto en nuestra realidad cotidiana como en los productos culturales que siguen generándose a la estela e influencia del escritor inglés. Black the Fall es uno de ellos.
Ambientado en un futuro donde la dictadura comunista de Nicolae Ceausescu jamás cayó, si no que se volvió más férrea y controladora con sus habitantes, nos pondremos en la piel de uno de ellos y deberemos avanzar lateralmente hasta nuestra liberación, o nuestra muerte. En algunos casos, dos conceptos que significan una misma cosa.
La génesis de Black The Fall nace en la misma Bucarest, de la mano de dos artistas rumanos influenciados por el cine de Andrei Tarkovski, clásicos del medio como Another World o su propia historia compartida de la Rumania tras la dictadura. Apadrinados por el Square Enix Collective, una rama de la compañía japonesa que se dedica a dar visibilidad y apoyo a los indies más estimulantes del sector, consiguieron sacar adelante un pequeño proyecto y materializarlo en todo un videojuego. Hoy ya lo tenemos aquí, y aunque sus aciertos quedan mitigados por una sensación constante de oportunidad desaprovechada, es un título lo suficientemente interesante como para que pueda atraer al público de nicho que aún anda dando saltitos con Inside. Pero no, no os equivoquéis, Black the Fall queda bastante peldaños por debajo de la obra de Playdead, pero introduce conceptos lo suficientemente diferenciados como para suponer una grata y correcta sorpresa. Ahora, vayamos por partes.
Apartado Técnico
Si algo puede criticársele a Black the Fall es que en sus primeros compases se sienta demasiado acomplejado por la obra de Playdead. En el primer material que se pudo ver del juego, se apreciaba una estética mucho más cercana a Limbo, sustituida en la versión final por unos modelados más tridimensionales que se alejan del juego de sombras que se planteó en un principio. Es inevitable, la gente compara, y cuando inicias el juego lo primero que te viene a la mente es: «Ya está, un Inside wannabe». Pues en parte sí, y en gran parte no. Si bien es cierto que la oscuridad predominante, los entornos amplios pero opresivos y una atmósfera tan recargada como los pulmones de Jesús Quintero no ayudan a que se nos vaya esta imagen de la cabeza, cuando vamos avanzando por las fábricas y las ciudades podremos atisbar los primeros coletazos de personalidad propia.
Esto se ve gracias al uso de entornos mucho más luminosos así como estudiadamente detallados, que cuentan con estatuas de Lenin, fotografías de Ceausescu o extractos de radio de la época donde se narran las penurias de los rumanos bajo el dominio de la URSS. A veces hasta se deja transpirar cierta herencia halflifeiana, sobre todo en los exteriores. Por no hablar de unos robots vigilantes que me hicieron soltar más de una carcajada por su terrible parecido a los ED-209 de la primera Robocop. Me ha sorprendido, y muy gratamente he de añadir, la inclusión de una iglesia ortodoxa, con sus míticos Pantocrator y paredes bañadas en color oro. No puedo acabar el apartado técnico sin mencionar el fantástico uso de los efectos de sonido, así como comentar que el juego corre a 30 FPS por segundo, sin experimentar caídas en la gran mayoría del recorrido, y contradictoriamente, poniéndose a 60FPS en otras, aunque momentáneamente.
Jugabilidad
En los últimos años y quizá a la fascinación malsana que despierta Putin y los régimenes dictatoriales en general, están surgiendo toda una retahila de videojuegos que imaginan futuros o reviven pasados desde una perspectiva comunista. Es un imaginario que vende: los edificios grises, las plazas megalíticas, las fotografías del gran líder colgadas religiosamente en todas las paredes. Siendo esto así, hemos podido experimentar desde auténticas maravillas como Papers, Please a obras más delirantes como The Tomorrow Children. Black the Fall toma la senda distópica de la seriedad para armar un videojuego de scrolling lateral con dejes de profundidad y muchos enigmas por resolver. Aquí no hay armas más que un puntero láser para enviar órdenes a tus alienados camaradas o simpáticos aliados en forma de robots perrunos.
El ingenio y el entorno son lo único que podrás utilizar para sobrevivir mientras esquivas engorrosas cámaras de seguridad que te dispararán primero y no te preguntarán después o guardias con sobrepeso que han abusado del racionamiento de rosquillas. Los gobiernos comunistas del futuro tienen que empezar a plantearse si las cámaras y los lásers son un buen elemento disuasorio para los ciudadanos, porque nuestra experiencia videojueguil nos dice todo lo contrario.
En definitiva, zonas de plataformas y habilidad, puzles de perspectivas cuasi imposibles o interesantes experimentos con el sonido consiguen que la atención por el juego nunca decaiga, pero la falta de cohesión generalizada también eleva otras preguntas: ¿A dónde querían llegar? Si Inside es una grandiosa parábola del control sobre los individuos y sobre nosotros mismos, los jugadores, Black the Fall desaprovecha las bazas con las que cuenta fortificar su mensaje a través de la narrativa del videojuego. Al final, es un bonito envoltorio sci-fi cargado de simbología comunista que nunca llega a permear en la psique del jugador, o al menos no lo hizo en la mía. Avanzar por avanzar, sin crear sinergias que nos hagan sentir verdaderamente atrapados o conducidos. La dificultad de los puzles muchas veces está más condicionada por la mala gestión del entorno y la cámara que por su ingenio intrínseco, algo que no dice mucho a su favor. Afortunadamente, esto se va subsanando a medida que avanzas y alguno que otro te supondrá todo un desafío.
Duración
Dos o tres horas para atravesar fábricas, ríos y ciudades escapando del yugo comunista. Cuando finalices, en la pantalla principal encontrarás un apartado que disecciona los niveles por capítulos, algo realmente útil si quieres rejugar las partes que contienen secretos sin tener que empezar de nuevo. Como todos los videojuegos de puzles, una vez conoces la solución mucha gracia no es que tenga volver sobre tus pasos, pero supongo que con el tiempo de reposo adecuado a todo el mundo se le puede olvidar un puzle.
Conclusión
Una propuesta decididamente orwelliana que consigue que te quedes con ella hasta el final, algo nada fácil en los tiempos apresurados que corren. Pero no precipitemos las comparaciones, están ahí, es cierto, pero no hacen de Black the Fall un Inside comunista. Cogiendo elementos de aquí y de allá, así como una profunda tradición histórica, el juego consigue establecer un tono propio, que, sin embargo, no es lo suficientemente deslumbrante como para acabar dejando poso. ¿Es interesante? No es una lección de historia, pero sí una manera diferente de acercarse a ella.
*Nota: Agradecemos a Square Enix Collective el código del juego y material para esta review.