Uno de los redactores del equipo de SXO opina sobre lo que piensa de la saga Fallout y cuenta sus sufrimientos esperando al anuncio de Fallout 4.
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Que nadie vaya a pensar que no me brotó a raudales, como si fuera la fuente de los deseos de Val Royeaux, agua embriagada con un potente olor a vainilla por todos los orificios de mi cuerpo cuando se anunció el Fallout 4, pero ¿por qué no esperaron al E3?
Los amantes de la saga ya habíamos pasado el peor mono posible durante los dos anteriores E3 en los que, pese a los rumores, Bethesda se mantuvo impasible sin desmentir ni confirmar nada, provocando infartos por todo nuestro ancho y redondo mundo. Este año, la empresa había preparado una conferencia para ella sola en la feria de Los Ángeles y todos esperábamos ver caer la bomba de varios megatones allí. Inexplicablemente, apenas unos días antes de eso Bethesda nos lo dijo. Entonces, ¿para qué todo el secretismo anterior?
Estoy un poco harto de que se carguen la magia del E3 a base de filtraciones que asesinan sin piedad a la desgraciada sorpresa. Ahora hay mucha menos emoción al ver la conferencia de Bethesda en Los Ángeles si ya sabemos que Fallout 4 está en una fase avanzada de desarrollo. Yo lo que quiero es sentarme a ver las conferencias y no parar de dar botes en la silla con la sonrisa más placenteramente bobalicona posible dibujada en la cara por las sorpresas que me van soltando, no como el año pasado donde casi nos dan el programa con lo que se iba a hablar como si fuera una obra de teatro.
Pero bueno, yo he venido aquí a hablar del yermo, ardientemente vivo, magistralmente diseñado, hogar de sueños y pesadillas que nunca nos juzgará por nuestras decisiones, otorgándonos una libertad que rompe los límites de la imaginación más desbocada. La primera vez que jugué a un juego de la saga Fallout fue al tercero y la introducción con la voz del actor que dobla al gran Morgan Freeman hablando sobre la guerra me cautivó. El planteamiento narrativo me atrapó desde el primer momento y la jugabilidad me dio cosquillas desde el cuello hasta la zona de la espalda donde la misma pierde su casto y noble nombre.
Poder decidir todo sobre el personaje, hasta el más mínimo detalle me encantó. La posibilidad de desarrollarlo de diferentes maneras planteando una forma de disfrutar del juego distinta con cada camino que escogiéramos era -y es- sencillamente delicioso. ¿Hacerlo inteligente y solucionar los problemas hablando? Vale. ¿Convertirlo en un auténtico nerd especializado en abrir cerraduras y hackear ordenadores? También. ¿Traer a la realidad el tópico del cachas retrasado de gimnasio y arreglar las cosas a hostia limpia? ¡Lo que quieras! Bethesda te permitía hasta coger un poco de cada cosa y hacer el personaje más mediocre posible, teniendo un poco de todo y “un” mucho de nada.
Al salir del Refugio 101 venía lo mejor. Un enorme mundo lleno de misiones y subtramas secundarias, unas misiones principales que se podían solventar de varias maneras, armas de todos los tipos -el pincho moruno me dio muy buenos momentos-, una inmensa variedad de enemigos y tétricos y oscuros lugares que investigar. Yo no sé si le pasaría a más gente pero llegaba un momento en el que tenía demasiados objetos y no podía correr -¡reparaba todo lo posible que conste!, y aún así no soltaba nada hasta llegar a mi casa en Megatón -o en la Torre Tempeny- porque sufría un terrible síndrome de diógenes que me impedía soltar nada. ¡Hasta la última chapa de Nuka-Cola cuenta! ¿Las de la Sunset Sarsaparrilla también funcionaban como dinero legal?
¿Cómo no quedarse prendado de un mundo con hombres pinza, sanguinarios, los locos de la Hermandad del Acero o de los Super Mutantes? ¿Cómo impedir el alzamiento de todos los cabellos del cuerpo ante ese mundo bellamente destrozado? ¿Cómo no reír con el recalcitrante y exagerado anticomunismo del Liberty Prime o de los necrófanos chinos maldiciéndonos en mandarín? Incluso el hecho de perderse en los túneles del metro oyendo a Three Dog contando nuestras aventuras por el Yermo es la hostia. Confieso que pude completar la misión del árbol aquel que te pedía morir por que investigué a raíz de los comentarios del locutor de Radio Galaxia sobre la existencia de un árbol que no estaba quemado.
No exagero si digo que habré jugado varias partidas de cientos de horas cada una al Fallout 3, solo para ver los distintos finales de algunas subtramas y de la misión principal y para disfrutar al completo de la jugabilidad pasándome la campaña de diferentes formas. Lo mismo hice con el notable Fallout New Vegas.
Desde que quemé ése último juego de la saga estuve E3 tras E3 esperando noticias de la nueva entrega moviendo la colita como el perrete que espera a su dueño en la puerta de la tienda con cada nuevo rumor que salía. Año tras año no había noticias y durante el E3 de 2014 pasé la peor fase del mono, necesitaba Fallout 4 como Jesse Pinkman la farlopa. Por suerte me quedaban algunos frascos de Jet y Musculeina de mis andaduras por el yermo que me han ayudado a llegar casi mentalmente sano al anuncio del Fallout 4. Queda menos para dejarse llevar por el invierno nuclear acompañado del mejor amigo del hombre: albóndiga.