Microsoft y su equipo de hardware no solo quiere que Xbox Series X sea la más potente, si no la más equilibrada. La potencia sin control no sirve de nada.
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Los números. El problema siempre está en los números. La discusión eterna de quién es mejor para cualquier cosa que se nos pase por la mente, tiene siempre números, medidas, capacidades, etc. Con las consolas es algo que generación tras generación ha ido cada vez haciéndose más complejo. Cierto es que en la época de Megadrive y Super Nintendo ya había técnicas para comparar, pero a pie de calle la percepción era poco más simple que “aquí se ve mejor que allí”.
Está claro que desde PS3 y Xbox 360 pasamos a un nuevo nivel. El HD trajo una serie de conversaciones técnicas, que además de echar más leña al fuego, servían para aportar más dinamismo a las discusiones. Mientras una era más rápida, la otra era más compleja, mientras la otra era más completa, la otra funcionaba a una frecuencia mayor. Con Xbox One y PlayStation 4 la diferencia en términos de velocidades se hizo más patente, pero aun así todavía quedaba mucha conversación por delante.
Y ahora con Xbox Series X y PS5 volvemos al redil. Por suerte para nosotros, en esta ocasión Microsoft ha sido previsora y no quería quedarse de nuevo atrás, por lo que Xbox Series X ha sacado músculo técnico desde un primer momento. Pisando fuerte y seguro, con la confianza que Xbox One X y su potencia le había otorgado a todo el team Xbox, Phil Spencer dictaba las pautas y desvelaba todo lo que podía sobre la máquina: 12 teraflops que dominaban toda la conversación y que después de todo el drama de los 900p y los 1080p de la generación pasada, era el principal número que todo el mundo quería conocer.
Guerra de teraflops
Poco después, PS5 mostraba su potencia en teraflops, 10.28, los cuales se quedaban por debajo de lo mostrado en Xbox Series X. Pero aún quedaban muchos argumentos para seguir rivalizando, ya que el SSD de PS5 es extremadamente rápido, incluso más del doble que el de Series X: 5,5Gb/s por 2,4Gb/s. Una diferencia clara y que mostraba que la máquina de Sony también había arriesgado en uno de sus componentes, haciéndolo técnicamente puntero. Y claro, ahora no solo hablamos de almacenamiento, en esta generación los discos duros SSD’s cobran una importancia especial por que sus velocidades casi las hacen memorias, aportando una innovación brutal a la hora de representar los datos y procesarlos.
Esta conversación ha llevado a buena parte de internet a plantear que PS5 iría más rápida porque cargaría sus datos antes -algo por lo que nos llevamos las manos a la cabeza-. Pero nada más lejos de la realidad, Xbox Series X es más potente, pero la clave no está en esos números, sino en el rendimiento sostenido, algo que encima, con el Xbox Velocity Architecture, cobra más importancia aún, ya que la técnica otorga una gran ventaja de nuevo sobre los números.
Las tornas han cambiado de nuevo
Uno de los nombres que hemos descubierto con la presentación de Xbox Series X es el de Jason Ronald, el responsable del desarrollo de la nueva consola. Y con él, una buena explicación de todo lo que sucede dentro de la misma. Por suerte, en Xbox nos podemos vanagloriar de lo informados que nos tienen para todo. Sabemos las especificaciones al completo, como funciona cada parte de la consola, incluso hemos visto sus entrañas y una persona armándola desde cero.
En Xbox lo tienen muy claro y así lo están mostrando. Esta es nuestra máquina y así funciona. Estas son las velocidades y siempre serán así. Pero van más allá aún: Xbox Series X podía ser más rápida, tener más teraflops, añadir más frecuencia a su CPU o que su SSD fuera más veloz. Si, no os mentimos, lo han dicho de esta misma manera en el último podcast de Major Nelson. Pero el objetivo no es ese, el objetivo era conseguir un rendimiento sostenido, una uniformidad y equidad en su forma de ejecutar los juegos que fuera óptima el 100% del tiempo para los desarrolladores.
En esta próxima generación, PS5, parece apostar de nuevo por una arquitectura exótica con frecuencias variables, que aseguran ajustarse al rendimiento requerido pero que no recomiendan usar al máximo. Los 2,23Ghz de reloj que necesita su GPU para alcanzar ese pico de 10,28 teraflops son altísimos para mantenerlos durante mucho tiempo, por lo que por lo general, irá una cifra como mínimo por debajo para evitar problemas de sobrecalentamiento. Pero es que con el SSD pasa exactamente lo mismo. Bajo altas temperaturas y condiciones el SSD puede ver mermado ese altísimo rendimiento que promete, por lo que soñar con la velocidad máxima de transferencia es fácil pero difícil de aplicar en la vida real, como podemos ver en muchos test de rendimiento de SSD’s del mercado.
Una máquina perfectamente engrasada
Por esto mismo, Xbox Series X insiste en que su SSD mantendrá esa velocidad SIEMPRE. Esa es su tasa de transferencia en todo momento, para que cada desarrollador pueda optimizar su juego a una sola cifra, que no comprometa el rendimiento por calor u otras limitaciones provocadas por cuello de botella. Una máquina perfectamente engrasada que no bajará sus frecuencias ni para emular los juegos de Xbox One o Xbox 360, toda la potencia de Xbox Series X está disponible desde el principio hasta el final para cualquier aplicación que quieras usar con ella.
Es la idea de Microsoft. No solo proporcionar al usuario una máquina potente y eficiente. También dar al desarrollador una herramienta donde ejecutar sus juegos que no esconda nada. Con acceso a bajo nivel a todo su hardware, para que controlen cada bit de información y su flujo, buscando el máximo rendimiento y la calidad más óptima. Xbox Series X quiere ser el mejor sitio para jugar y Microsoft tenía muy claros todos los puntos donde Xbox One falló. Si solo falta por saber el precio y ya sabemos que fue un problema para One y su Kinect obligatoria, podemos ir deduciendo que Phil Spencer también lo ha tenido en cuenta.