Nuestro compañero Pedro del Pozo nos cuenta el porque la retrocompatibilidad debería de dejar de ser una opción y pasar a ser un derecho.
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La editorial que os quiero dedicar hoy es algo que todos nuestros lectores conocéis, aceptáis y por supuesto celebráis. Prácticamente desde las primeras noticias que tuvimos sobre Xbox Series X, incluso cuando se llamaba solo Project Scarlett, ya sabíamos que tendría total retrocompatibilidad con Xbox One, y por tanto, también respetaría los títulos de Xbox 360 y de la Xbox original, ya que la emulación por software de la misma, permitiría que fuera sólo un trabajo de los ingenieros de programación, más que una necesidad de hardware dedicado.
Era algo que evidentemente han necesitado aclarar a través de artículos, tweets de los responsables y demás etc, porque por más que estemos a sólo unos días de la presentación de su rival directa, PS5, ésta aun tiene en el aire el nivel o grado de retrocompatibilidad que tendrá con su antecesora, PS4, debido a recientes comentarios de la propia Sony con respecto a la obligación para certificar nuevos títulos o parches, que deberían de estar acompañados a partir del 13 de junio de un “compatible con PS5”.
Sin embargo, viendo el rumbo que ha tomado Microsoft esta generación, y a pesar que Xbox Game Pass ha terminado por copar todo el protagonismo de la plataforma, la retrocompatibilidad ha sido absolutamente esencial para captar a esos rezagados que aún seguían con sus flamantes Xbox 360 que tanta diversión les había proporcionado y que, con el enorme catálogo del que disponía, aún seguían disfrutándola.
Realmente creo que la retrocompatibilidad de Xbox One con Xbox 360 ha salvado la generación para Microsoft. Han invertido mucho esfuerzo en recuperar una confianza perdida y les ha salido bien la jugada. Las noticias semanales de los “nuevos retrocompatibles” triunfaban continuamente e incluso devolvían juegos con 8 años de antiguedad a las listas de los más vendidos simplemente por este hecho. Porque si, muchos hemos podido disfrutar de juegos que nos perdimos la generación pasada. En particular, podría destacar dos de ellos: Red Dead Redemption y Metal Gear Rising, que no pude obtenerlos por aquel entonces, y seguro que todos vosotros tenéis alguno en mente que os gustaría citar.
La retrocompatibilidad, necesaria y casi obligatoria
Esa magia, esa nueva vida para un catálogo que creías muerto solo como decoración en tu habitación, fue un soplo de aire fresco para invertir en Xbox One, para pensar en que la plataforma de Microsoft, después del “after-Matrick”, no volvería a defraudarte. La realidad de todo esto es que no debería haber siquiera sucedido. La retrocompatibilidad no es solo necesaria, en estos momentos es casi obligatoria. Un derecho que debería de tener el jugador y que la compañía debería cumplir.
Por favor, si alguien ha tenido tiempo de terminar de jugar todo el catálogo de Xbox One que levante la mano. Imposible, ¿verdad? Siempre nos quedará ese título que nos tuvimos que dejar atrás, ese que salió fatal y luego se arregló con parches, ese que no tenías dinero para comprar y poco a poco se te fue olvidando. La enorme cantidad de juegos y el tiempo del que disponemos nos obliga a elegir, pero la retrocompatibilidad nos da una segunda oportunidad.
Los catálogos digitales “no se pueden poner en la estantería”
Por eso, (y a colación de esto he decidido escribir esta editorial) sigo sin entender a aquellos defensores de la console war que siguen repitiéndose como un mantra: “Para que quiero una consola nueva de 500€, ¿para jugar a juegos antiguos?”, bueno, resulta algo ridículo discutir con ellos, ya que es más que evidente que habrá juegos nuevos tanto para una plataforma como para la otra, sin embargo, el respeto por la retrocompatibilidad es más claro en un lado que en otro. Y más aún cuando hablamos que en esta generación el formato digital no sólo ha llegado para quedarse, si no que es sin ninguna duda, el futuro.
No se en que porcentaje los usuarios de PS4 se verán afectados, pero imaginaros por algún momento no poder jugar a los juegos de Xbox One que tengáis digitalmente en Xbox Series X. A no ser que conservaráis la consola, tranquilamente estaríamos hablando de decenas solo si contamos los regalados, los del Gold y algún que otro comprado. Realmente sería muy trágico y más aún, levantaría una polémica sin precedentes que parece que a un segmento de la población de jugadores, directamente, les daría completamente igual.
Vale, mientras nos tranquilizamos por el susto, pensaremos aún más en el futuro. Después de Xbox Series X, ¿que consola vendrá? ¿Cuantos juegos perderíamos entonces si no vuelve a ser retrocompatible? ¿Cientos? ¿MILES? Está claro que en el camino a seguir por la transición digital debe de tener obligatoriamente una parada, casi un derecho: la retrocompatibilidad. De otra manera, nuestras partidas, recuerdos, juegos y todo quedarían perdidos irremediablemente en un servidor, todo sujeto a que nos de por enchufar de nuevo nuestra antigua máquina. Bueno, o eso, o tendremos cada nueva generación una ingente oleada de remasterizaciones que nos asaltarán una y otra vez hasta que la gente deje de comprarlos.