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Las dos estaban huyendo de las decenas de zombies que las perseguían mientras reventaban las cabezas de los que tenían delante. Tras varios días de una desesperada búsqueda de alimentos en los que lo mejor que encontraron fueron unas bolsas de frutos secos caducados, habían encontrado un verdadero alijo en ese centro comercial de la zona residencial de Harran.
Marian y Tatiana cogieron todo lo que pudieron sin preguntarse de quién serían esos alimentos ni de las consecuencias que les podría acarrear el robo debido a que la sensación de hambre que les invadía era ahora la que controlaba sus cuerpos. Solo querían comer, por lo que tras llenar sus mochilas con manjares estaban dirigiéndose a su casa para dar buena cuenta de lo que habían conseguido.
De repente, Marian aminoró la marcha, lo que preocupó a Tatiana quién observó a su amiga para comprobar que no se habían hecho daño y si podía continuar.
“- ¿Estás bien Marian? -preguntó Tatiana.”
“- ¿Oyes eso? ¡Suena de puta madre! -respondió Marian.”
“-¿Qué importancia tiene? ¡Sigamos adelante! -ordenó Tatiana.”
Los zombies las empezaban a rodear cuando Marian giró hacia la izquierda siguiendo el ruido de lo que parecía ser una canción. Tatiana abrió los ojos sin terminar de creérselo y la siguió porque no estaba tan segura de sí misma como para confiar en que podría llegar sola a casa. Las chicas se conocían desde hacía tres meses por haber coincidido con sus familias en uno de los pisos francos de la gente de La Torre.
Fueron las circunstancias provocadas por el apocalipsis zombie las que unieron a Tatiana, una madre de familia de los bajos fondos de Harran que había tenido que luchar por sacar a su familia adelante, y a Marian una adolescente malcriada que no acababa de entender que el dinero que postraba a los demás ante sus caprichos ahora valía menos que el papel higiénico. De no ser por la infección, aquellas dos nunca hubieran trabado una relación.
Tras correr durante unos minutos por una zona del centro comercial que estaba extrañamente despejada de zombies, hasta que las dos mujeres pasaron por allí llenándola con los caminantes que traían detrás, lo que antes era ruido ahora se percibía como una canción de rock, el estilo de música preferido de Marian.
“-Ya has oído la canción, ahora vámonos, ahí delante hay una salida de emergencia -dijo Tatiana.”
“-¡Ni de coña!, me encanta la canción y no sé de qué grupo es, si me voy ahora no podré descargármela y no hay peor sensación que tener una canción en la cabeza sin poderla identificar. Vete tí si quieres -respondió la joven.”
Tatiana tuvo ganas de irse pero la cobardía pudo con ella de nuevo. Necesitaba estar acompañada para sobrevivir en el infierno en el que se había convertido Harran. Siguieron corriendo guiándose por sus oídos. El lugar de dónde provenía la canción debía estar muy cerca. Doblaron una esquina y se encontraron con la sala de vigilancia del personal de seguridad. Estaba vacía pero la música venía de ahí dentro.
Un ordenador tenía una lista de música puesta en bucle. Marian sacó su móvil y lo enchufó para descargarse la canción mientras Tatiana sujetaba la puerta, que para empeorar la situación se abría hacia dentro.
“-El grupo se llama Monster Truck y el temazo es “Don’t Tell Me How To Live” -informó la adolescente mientras subía el volumen y practicaba air guitar.
“-¡Baja el volumen o vendrán muchos más! -exigió Tatiana.”
Pero Marian estaba muy ocupada bailando esa canción. Ni se dio cuenta de que los zombies echaron la puerta abajo y Tatiana apenas podía contenerlos. La habitación era muy pequeña. Los caminantes las arrinconaron. La muerte hizo acto de presencia. En ese momento, Tatiana pensó que iba a morir por haber cumplido un capricho de mierda de una puta adolescente que lo único que había hecho desde que la conocía era protestar y exigir sin dar nada a cambio.
La ira que recorrió su mente impulsada por esos pensamientos, dejó escapar sus más salvajes instintos. Agarró el pelo de Marian y tiró hacía abajo, hundió sus nudillos en las encías de la chica para inmediatamente empujarla hacia los zombies, los cuales no esperaron para despedazarla a mordiscos.
“-¡Disfruta ahora de tu puta música jodida niña mimada de mierda! -gritó Tatiana con todas sus fuerzas mientras observaba cómo la presión de los zombies en la cabeza de Marian hicieron explotar sus globos oculares.”
La mujer, que aún seguía con vida y con su organismo rebosante de adrenalina cogió una de las sillas y la estampó contra la ventana de la habitación que daba al pasillo, cogió la mochila repleta de alimentos que Marian había dejado en el suelo ,y saltó ágilmente por ella. Comenzó a correr y un tiro de una escopeta recortada le reventó la cabeza.
“-¿A dónde cojones crees que ibas? -expresó en voz alta el dueño del alijo recogiendo las dos mochilas.